¿Adopt me?

Pelado, nada de pasta, cero money, sin un duro, con los bolsillos vacíos.... y el estomago en las mismas condiciones. Era hora de conseguir con que rellenarlo, y lo mejor para ello era buscar un punto clave y... dar mucha, mucha pena.

Buco una zona punta, una por la que pasara mucha gente y se encogió contra la pared, poniendo una expresión desolada, con las orejas caídas y los ojos brillantes de lagrimas mientras se agarraba el estomago gimoteando lastimeramente.

Era cuestión de tiempo que alguien se apiadara del ''pobre'' minino y le ofreciera ayuda. Este truco no le había fallado nunca, aunque si es cierto que unas veces tenia que esperar más que otras hasta que alguien picara el anzuelo.

Esta esperaba que fuera de las cortas, tenia bastante hambre y pocas ganas de pasarse unas cuantas horas allí montando teatro, quería comer cuanto antes y echarse una buena siesta, de unas seis horas más o menos.

Bäel iba todo lo contrario. Hacia escasas horas que había vendido a varios esclavos por buenas sumas de dinero, así que portaba un pequeño saco lleno de dinero. Entonces, si tenía dinero, ¿qué hacía en aquella ciudad? Muy sencillo. Uno nunca podía bajar la guardia. En aquella ciudad con tantos refugiados podía encontrar a víctimas fáciles que se dejaban guiar cuando les invitaba a comida o cuando les prometía un trabajo decente con un buen sueldo.

Por esa simple razón estaba allí. Por conseguir más dinero. Él no veía a las personas, simplemente monedas o billetes andantes, cada cuál con más valor que el anterior. Sólo se fijaba en alguien en especial cuando quería un simple desahogo o pasar un buen rato.

Con una mano en un bolsillo, cerca de la cadera, y una mano a la espalda con el saquito de dinero, Bäel escaneaba las calles mientras paseaba por estas. No parecía haber alguien interesante.

Sus ojos rojos barrieron la zona, hasta que se posaron en un neko encogido y agonizante. Si fuese dado a las sonrisas, hubiera sonreído. No pudo más que felicitarse mentalmente mientras se iba acercando a pasos lentos hasta colocarse frente a la figura.

Nada, ya llevaba un buen rato y nadie picaba. Ya no sabia si pensar que empezaba a hacerse fama por el lugar o si simplemente tenia un mal día, pero la cosa es que empezaba a dolerle el culo y la espalda de aguantar aquella pose lastimera.

Ya estaba por rendirse y recurrir a la horrible opción de... de... trabajar, cuando alguien se plantó delante suya. Sonrió internamente, ya habían picado, ahora había que recoger el sedal con cuidado de que no escapara.

Despacio, muy despacio levantó la cara con una mueca de tristeza y desesperación pintada en ella, dejando resbalar un par de lagrimas por sus mejillas para aumentar el efecto de gatito desvalido y necesitado, e incluso su estomago parecía querer ayudarle, sonando con fuerza en aquel momento. Fingiendo vergüenza, e incluso sonrojándose agacho de nuevo un poco la cabeza, lanzado un pequeño gemido de dolor. Una actuación de primera ¿el premio? Ahora vería cual le tocaba.

Al ver el estado del animalejo, dudó unos segundos en si sería buena idea que esa fuese su presa o no. Pero el gatillo parecía mono, a pesar de que aparentaba no haber comido en siglos. Se cambió la bolsa de hombro y dudo, terminando de decidirse. Al final le tendió la mano, esperando a que la cogiese, mientras miraba alrededor por si veía otra presa de última hora que le hiciese cambiar de idea.

-¿Estás hambriento? Puedo llevarte a comer a algún restaurante... -dejó caer su propio anzuelo, sin saber de las tretas del otro.

Fingiendo una timidez que en realidad no creía haber tenido nunca, extendió despacio su mano hasta sujetar la otra, ayudandose con ella para levantarse, procurando no ejercer mucha fuerza para que no se viera que en realidad no estaba tan débil. Cebo picado y pescado en la red, pero hasta que no estuviera rematado y cocinado era mejor no relajarse.

-Se lo agradecería mucho señor, tengo tanta hambre.... - murmuró con suavidad, queriendo dar aspecto de desvalido – y no tengo nada de dinero, mi madre estaba muy enferma y gaste todo lo que teníamos en los tratamientos... y ahora... ahora no la tengo si quiera a ella – susurró con un sollozó. Una breve pero triste historia solía conseguir muy buenos efectos.

El moreno se quedó pensativo, aún sin soltar la mano por si acaso. Quizás mientras estuviesen comiendo podía proponerle algún trabajito y así picaría con una velocidad tremenda. Según la historia del gatito, no había porcentaje de error, la cazería le saldría al cien por cien bien. Incluso mejor que las de aquella mañana.

-Ven conmigo. Te daré algo de comer -empezó a caminar, tirando de su mano-. ¿Te apetece alguna comida en especial? Así te animarás más -y caerás con mayor rápidez, acabó mentalmente.

-Bueno... me gusta mucho la comida francesa... - murmuró como si lo estuviera pensando - ¡ah! Pero es muy cara... ¿quizás una hamburguesa? Son baratas... - sonrió con timidez, sonrojándose para dar mayor efecto a su ''humildad'' y falta de ''maldad'' – no... no quiero abusar de su generosidad...

Así... un chico bueno y humilde, con mala en la vida, ese era el papel ideal a interpretar cuando se quería conseguir una comida gratis. Después, cuando le llevara al restaurante, solo tenia que comer hasta hartarse, y luego... bueno, ya vería que hacer luego. Una cosa clara era que no podía fiarse de ese tipo, menos oliendo a demonio como olía. ¿Un pervertido? ¿un asesino? ¿un traficante de esclavos? Había muchas malas posibilidades para elegir cual podía ser la correcta, pero una simple alma caritativa lo dudaba mucho.

Bäel se rascó el abdomen tras soltar la mano del chico, confuso. Para ser un pobre gatito iba a resultar bastante caro. No. No le decía como una persona normal 'lo que me des me lo comeré con gusto', sino que directamente le había dicho que comida francesa.... Se le quedó mirando con sus ojos, tapados por el cabello, preguntándose si no se estaría equivocando con su presa.

Pero aquella segunda frase, y su forma de actuar lo desconcertaban por completo.

-Uhm, está bien. Comida francesa no me hará mal por un día... Pero elegiré yo -dijo, a pesar de que si la carta resultaba estar en francés no iba a saber que significaba nada de los que pedía.

-Oh... ¿de veras? ¡gracias! ¡muchas gracias! - exclamó con entusiasmo, mirando con adoración al demonio – es usted realmente generoso – le alagó moviendo lentamente la cola, con las orejas inhiestas sin dejar de observarle con gratitud.

La realidad por su puesto era muy distinta. Dentro de su mente Samy estaba efectuando el baile de la victoria mientras canturreaba una y otra vez la palabra ''pringado''. Su táctica ''me gusta x pero como es muy caro me conformo con y'' siempre daba buenos resultados. Si hubiera dicho que se conformaba con cualquier cosa desde el principio, habrían terminado sin duda en un restaurante barato, y a él le apetecía algo bueno. Si quisiera cualquier cosa no tendría más que haber pedido limosna y enseguida habría juntado para pagar algo. Pero hacer esto era mucho más divertido y placentero.

No sabía por qué, pero viendo a aquel gatejo todo agredecido le hinchaba el pecho de orgullo. Sí. Al fin y al cabo, aunque dijesen lo contrario, acababa siendo un alma caritativa con todos esos haraposos que recogía de la calle. Aunque claro, luego lo vendería y se sacaría el dinero suficiente como para ir de fiesta un par de dias seguidos con los mejores especimenes que viese. En la cama, sin salir de casa.

Le gustaba disfrutar al máximo de sus amantes, y no tanto de los que recogía. No que aquel gato se viese mal, pero parecía que necesitaba unas cuantas raciones de comida en su cuerpo.

-No es para tanto. No hagas eso... -dijo cuando vio cómo le miraban aquellos ojos-. Tampoco creo que haya hecho nada del otro mundo -lo agarró de la mano y tiró de él de nuevo-. Ahora, gatejo, vamos a encontrar algún restaurante francés decente.

Estaba orgulloso de su actuación. Parecía que había engañado completamente al demonio, que a su vez parecía creer que le había engañado a él. Pobre ingenuo... se iba a convertir en el cazador cazado, el timador timado, el embaucador embaucado o cualquier referencia parecida.

Sacudió la orejas, quitando los ojos de encima de Bael para mirar por donde caminaban. Ah... así que no le gustaba que le mirara de esa forma... ¿culpa quizás? Samy se rió interiormente. Si era así podría divertirse un poco.

-Para mi significa mucho... - susurró de forma tímida – me llamo Samy, si le interesa saber mi nombre, si no llámeme como guste señor – le informó con voz dulce. Esperaba que dejara de llamarle gatejo, no le gustaba nada, sonaba tan... despectivo - ¿ese le parece bien señor? - preguntó señalando un restaurante muy bueno, no era el más caro de la ciudad pero ya tenia comprobado que su comida era una de las mejores. La bullabesa que hacían allí no tenia parangón.

Se detuvo en cuanto el otro nombró aquél sitio, escaneándolo con mirada crítica. El diseño del local dejaba que desear, y el color naranja chillón parecía querer perforarle las pupilas en cualquier momento. Torció la boca, no muy seguro de si ese sitio tendría comida comestible o sería pura basura. Incluso su nariz se arrugó un poco.

Giró hacia el gato, aún sin haber soltado su mano, pensando en si el gato era daltónico, tenía mal gusto, o simplemente su paladar estaba atrofiado de estar tanto tiempo en la calle.

-No sigas con eso -dijo disgustado con el tono dulce. Le erizaba la piel-. Yo soy Bäel, gatito. Y ahora entra -lo puso delante suyo y lo sujetó por los hombros para que entrase-. ¿Cuánto tiempo llevas en la calle sin comer? -preguntó, empezando así su pequeña 'investigación' sobre la vida del otro para así luego saber qué hacer con él, o para conseguir un mayor precio según las cosas que le contase.

Dejó que Bäel le llevaba hacia adentro, sin intentar escapar del agarre en sus hombros, al menos de momento – no mucho... solo un par de días... - murmuró esbozando una sonrisa triste con las orejas caídas, como si tratara de restarle importancia a un hecho que en realidad le afectaba.

Con eso sabia que Bäel sacaría sus propias conclusiones, quizás pensando que llevaba más tiempo, o que lo que había comido antes de quedarse sin nada había sido muy poco. En realidad esa misma mañana había dado cuenta de un estupendo desayuno compuesto de huevos y bacon, pero eso no quitaba el enorme hambre que tenia ahora mismo. Después de todo ya habían pasado algunas horas desde que se lo había comido.

Se dirigió a una mesa apartada, oculta de los demás comensales. Un lugar muy... intimo, prefería tener el menor numero de espectadores posibles. Se sentó en una de las sillas, esperando con actitud dócil y paciente a que Bäel le hiciera el pedido al camarero. No creía que hubiera problemas, porque otra cosa buena de este restaurante era que el menú venia tanto en francés como en su idioma, así que no habia problemas a la hora de saber lo que estabas pidiendo.

El demonio, parado a un lado de la silla de Samy, miraba la carta. Sus ojos no podían evitar irse a los nombres en francés, entrándole ganas de reírse incluso al leerlos mentalmente. ¿Qué clase de nombre para comidas eran aquellos? Prefería comerse la mesa o la silla, antes que cosas que sonaban tan mal en francés.

Al fin pidió algo ligero de entre todo lo que había en la carta: una ensalada, algo de carne con salsa rara y pure de patatas, y pescado al horno con nosequé más. Apenas alzó la voz para decirle al camarero aquello, no le gustaba llamar la atención en aquellos momentos. Ni tan siquiera lo miró. Luego le devolvió el libreto, tras pedir la bebida, y se sentó con un suspiro al lado del gato, mirándolo entonces fijamente, con un codo apoyado contra la mesa, como barajando y reconociendo las facciones del otro.

Su bolsa la dejó colgando en la silla, aunque sin perderla de vista.

-Eso es mucho tiempo sin comer, Samy. Y dime, ¿cuánto hace desde que tu madre murió? Puedo preguntar, ¿no? ¿O es todo muy reciente?

En ese momento trajeron la bebida, y enseguida Bäel se hizo con su vaso lleno hasta arriba de cerveza espumosa y fría.

Observó disimuladamente a su ''victima''. Por sus ademanes a la hora de pedir la comida podía imaginarse de que ademas de no dar ninguna importancia a los demás, la forma de tratar al camarero lo demostraba, además parecía que no le gustaba llamar la atención por lo bajo que había pedido el menú, por cierto, buen gusto para la comida.

Hizo el paripé de sonrojarse como un nekito tímido cuando el demonio se le quedo mirando, sin perder detalle de donde dejaba la bolsa. Solo necesitaba que se distrajera un poco y no tendría problemas para hacerse con ella.

Agachó las orejas con carita triste, meneando ligeramente la cabeza – no importa... fue hace solo cuatro días... pero tengo que hacerme a la idea cuanto antes, porque ahora solo me tengo a mi mismo para cuidarme, así que no puedo perder el tiempo llorando ¿verdad? - sonrió con tristeza, escondiendo la mueca bebiendo de su bebida. Un refresco... lo cierto es que habría preferido un poco de vino. Tinto para la carne y blanco para el pescado.

Bäel lo observaba y lo escuchaba mientras bebía lentamente de su vaso, pasándose la lengua para recoger de su labio superior la espumita. La bebida bajaba fresca por su garganta, lo que agradecía después de estar todo el día por ahí bajo el sol o en aquel almacén tan cerrado donde los vendía.

-Vaya. Hace poco, lo siento -dijo, sin sentimiento alguno en la voz, mecánicamente. Meneó la cerveza en su mano y levantó de nuevo la cabeza para posar sus ojos rojos en las orejas o en los ojos de aquel neko. Sin duda, seguro que pagarían bastante por él. Parecía mono, además de que físicamente no estaba mal. Y aquellos ojos seguro que moverían a cualquier amo a cumplir los deseos de su esclavo-. Espero que pronto estés bien. ¿Has buscado algún trabajo?

Dejó el vaso sobre la mesa, y su brazo casi sin proponérselo acarició el saco del dinero, mientras la mano fría caía descuidadamente sobre su abdomen, produciéndole una placentera sensación. Sus piernas estaban ligeramente abiertas, y el descansaba echado en la silla.

-¿No te gusta el refresco? Pensé que era lo que ahora gustaba a los jóvenes.

Observó beber al otro, fijándose sobre todo en como retiró la espuma de su labio. ¿Se daría cuenta de lo sexy que resultaba ese gesto o seria un acto inconsciente?. Probablemente los segundo, ya que era tan ''inocente'' que ese tipo de actos no debían significar nada para él, y el demonio no perdería el tiempo con una causa perdida, eso seguro.

-Si... busqué trabajo pero nadie quería contratar a alguien tan joven – murmuró agachando la cabeza – no piensan que pueda ser trabajador y responsable.

Y ahí estaba, otra postura sexy, y además le había puesto alerta porque había rozado la bolsa del dinero. Un pedazo de macho de toma pan y moja, y un buen saco de dinero ¿que más se puede pedir? Fácil, no tener la necesidad de escapar a la menor oportunidad y sin probar un poquito de lo que ofrecía ese pedazo de cuerpo.

-Si, si me gusta, esta bueno – aseguró con una pequeña sonrisa. Tampoco era que le disgustara, los refrescos también eran buenos – mmm... huele bien – murmuró olisqueando cuando el camarero se acercó con la comida.

Cuando oyó eso, Bäel giró apenas la cabeza para ver al camarero acercarse y dejar los platos en la mesa. Tenían un aspecto delicioso, y olían de fabula. Quién lo diría con el aspecto que presentaba el restaurante tanto por fuera como por dentro.

Hasta que el camarero no se alejó, deseándoles buen provecho, el demonio no le dirigió la palabra al gato. Se sentía incómodo con un cotilla delante suyo mientras intentaba tener una conversación decisiva sobre qué hacer. Tuvo que coger la cerveza y dar un largo trago para calmarse, repitiendo la acción anterior sin enterarse de lo que hacia su lengua sobre su labio.

-No sé como pueden decir eso. Ser joven no significa ser torpe, ni poco respondable -le acercó el plato de la ensalada al gatito, mirándolo, ahora que no había nadie, de nuevo a los ojos-.¿Cuantos años tienes? Y, si quieres beber otra cosa, sólo dilo. Te lo compraré.

El demonio entró de nuevo en fase fortaleza inexpugnable hasta que el camarero se hubo marchado, que es cuando volvió a dar señales de vida bebiendo de nuevo. ¡Oh.... dioses! Como le gustaría ser cerveza para poder pasearse por esos labios y sentir esa lengua recorriéndole. Pero era un neko, y seria un neko en problemas si se atontaba pensando en cosas que no debía así que ¡concentración! y a seguir con el plan.

-Tengo dieciocho, pero hay muchos que no me creen, han llegado a pensar que en realidad tengo dieciséis – suspiró con las orejas caídas, empezando a comer – el refresco esta bien, de verdad es solo que... - suspiró de nuevo – bueno, ya soy un adulto, y me siento como un crío por comer con un refresco...

Aunque la actitud era una completa farsa, lo que decía tenia toda la verdad, porque ¡venga ya! ¿acompañar esa deliciosa comida con una cola? Eso era un crimen, más si tenias edad legal para beber. Con un poco de suerte conseguiría algo decente y ademas bajar más aun la guardia de Bäel. Después de todo... ¿que podría hacer un minino ebrio?

Con el tenedor probó la ensalada, cogiendo casi con desconfianza un trozo de tomate. Lo fue masticando mientras sus ojos estaban fijos en los azules del otro, y luego con disimulo capturaba las orejas o algún trozo de piel bronceada. Todo ello mientras degustaba el tomate, que estaba más bueno de lo que creía. Pero aquél nekito tenía incluso mejor aspecto que esa ensalada con colores monótonos.

Cuando oyó la sugerencia, casi pensó que venía caída del cielo. Si conseguía emborracharlo, quizás todo fuese más suave, como la seda. Lo tendría en su palma, y conseguiría incluso poder manosearlo en algún callejón. Aunque si conseguía algo rápidito tampoco quedaría triste. No sabía ni como podía estar pensando aquello de un neko que vendería y a saber que harían con él en unas horas. ¿Descuartizarlo? ¿Violarlo y venderlo a algún amo?

Casi tuvo ganas de aplastar la lata de la cerveza mientras rellenaba el vaso, ante ese pensamiento. Lo mejor era mantenerse al margen de todo. Simplemente era un neko más. Punto y final.

-Lo entiendo. Aunque no creo que aparentes dieciseis. ¿Qué te gustaría pedir? -dejó la lata a un lado, bebiendo del vaso mientras se colocaba un poco de carne y puré de patatas en el plato-. Y, quizás pueda ayudarte con lo del trabajo... -soltó como si nada. Pero es que por aquello lo había recogido. Por nada más.

Levantó la cabeza del plato con expresión de sorpresa - ¿m-me ayudarías con el trabajo? ¿de verdad? - preguntó con un tono de esperanza y agradecimiento en su voz. Le hacia gracia mostrar esa reacción, cuando en realidad la palabra ''trabajar'' le ponía los pelos de punta. ¿Trabajo? No gracias, si quisiera trabajar se hubiera quedado en casa de sus padres, allí eso sobraba.

Sonrió con timidez, haciéndole una caída de ojos aparentemente con inocencia – no ¿verdad? Claro que no los aparento, después de todo ya soy un neko hecho y derecho – soltó una pequeña risita nerviosa, pero dulce. Un toque perfecto de inocencia – me gustaría un poco de vino si no es mucha molestia... creo que es el mejor acompañamiento para las comidas – murmuró con timidez, como si estuviera tratando de hacerse el mayor pero no le saliera del todo. Estaba seguro de que pronto podría paladear aquel elixir. Solo esperaba que Bäel no fuera rácano y fuera a por el más barato y por tanto de más baja calidad.

Asintió con la cabeza, sin decir nada más. Se giró y encaró a un camarero que se encontraba en la esquina opuesta del restaurante. Le hizo una señal con la cabeza, y éste se acercó casi al instante.

-Carta de vinos -dijo simplemente, sin muchas ganas de conversar con ese humano.

Luego volvió a prestar atención al neko e hizo el intento de sonreír un poco. Aunque fallidamente. Por mucho que se empeñase, simplemente se le curvaba un lado del lazo. No era dado a ese tipo de exprexión, desde nunca.

-Tranquilo. Te ayudaré de verdad. Pero debes decirme qué se te da bien, y un poco de lo que te gustaría hacer. ¿No querrás trabajar en un sitio que no te guste, no? -le preguntó. Aunque irónicamente eso es lo que iba a ocurrir con el neko en unas horas si todo marchaba bien.

Le hubiese gustado tener al gato de pie para examinar su cuerpo y ver qué partidos podía sacarle, pero aquello era imposible ahora que estaban comiendo. Con calma probó la carne, sintiendo algo de la salsa en sus labios pero sin darse cuenta de nada.

Ah, conseguido, el demonio había pedido la carta de vinos, que sin duda llegaría enseguida. Le vio hacer una mueca, un intento de sonrisa sin demasiado éxito, que le hizo reírse por dentro, pensando ''encantador'' sin duda no tenia mucha experiencia en lo que a sonreír concernía.

¿Que que le gustaba hacer? Veamos... comer, dormir, no hacer nada, alguna travesura y... ¿había mencionado comer y dormir? No, definitivamente no entraba nada productivo dentro de sus gustos. Pero algo tenia que sacarse de la manga si quería parecer alguien útil, alguien que pudiera aportar algo más que una carita bonita, y que de seguro harían que Bäel se interesara más por él.

-Bueno... se cocinar, limpiar y... bueno, aprendo deprisa y soy aplicado – le informó agachando la cabeza. Cualidades perfectas para un esclavo, no les pedían muchas más cosas aparte de esas – se que no es mucho... pero de verdad que me esforzare, cualquier trabajo estará bien – le aseguró levantando la cabeza, mirándole con decisión.

Así que era aplicado y aprendía deprisa.... Aquellas palabras en la mente del demonio no había sonado con tanta inocencia como cuando habían salido de la boca del gatito. Él se imaginaba otras cosas mucho más productivas en las que el neko no precisamente chillaría como si estuviesen en el mercado negro arrancándole la piel.

-Joder..., -sí, genial. Ahora su amiguita decidía despertar para saludar con un gran y entusiasta: ¡HOLA!-. Aprendes rápido... -repitió, como saboreando aquello. O se quitaba aquello de la cabeza o no sabía que expectaculo era capaz de montar con aquello creciendo bajo sus ceñidos pantalones-. Eso es una buena cualidad. Seguro que en muchos sitios lo apreciarás. ¿No te gustaría trabajar a tiempo parcial limpiando y sirviendo a alguien?

Con disimulo agarró el mantel y se tapó bien con él, haciendo como si se fuese a manchar e inclinándose para tomar otro trozo de carne en su boca. Cuando comenzase a beber vino, su piel iba a ser más un horno que una simple epidermis. ¿Por qué mierdas se tenía que imaginar esas cosas?

A Samy no se le escapó el movimiento de de Bäel. ''Vaya... parece que mis palabras tuvieron mayor efecto del que esperaba'' pensó viendo como el demonio trataba de esconder su ''alegría''. Al parecer era más sensible de lo que le había parecido en un principio, y eso significaba que podía divertirse bastante.

-Si, eso estaría bien, me gusta ayudar y complacer a la gente, me hace sentir bien – ladeó la cabeza con una sonrisa dulce, empleando un tono de lo más inocente en la frase. No había que tener una mente demasiado retorcida para sacarle un doble significado, sin duda la mente de Bäel se vería afectada por ella, al igual que su ''amiguito'' – siempre he sido muy servicial – añadió rematando la tarea, no le extrañaría que el demonio acabara echando humo.

El camarero volvió con la carta de vinos y Samy sonrió con malicia internamente. Oh si, seguro que la bebida ayudaría mucho a Bäel... a empeorar claro, incluso podía fingir que se emborrachaba un poco... seguro que tenerle aparentemente vulnerable bajaría mucho su guardia.