Un baño matutino (Libre)

Despues de un rico desayuno preparado por la cocinera oficial de la familia Di'Freel, a Vincent le entraron unas enormes ganas de dar un paseo matutino por las marismas, donde se encontraban las más preciosas cascadas de todo Searon.

Salió de la casa en la que vivía por el momento, que tan solo estaba a unos cuantos metros de la mansión donde vivian sus padres. Se mudó allí con la excusa de que quería independizarse, pero en verdad solo quería un poco de intimidad o un sitio que solo fuese para él porque en la mansión, no podía tener nada donde él queria, las sirvientas se lo cambiaban todo de sitio y nunca encontraba nada.

Iba caminando a un paso no demasiado lento ni tampoco demasiado rápido, admirando las vistas que tanto le fascinaban de la zona de las marismas, mirando cada detalle que había, hasta se quedó parado unos instantes mirando un gusano que se había convertido en capullo y estaba saliendo de este transformado en una bella mariposa de tonos azulados.

Llegó a las Cascadas de agua cristalina, las cuales termiban en un estanque más o menos grande en el cual podías ver hasta tu propio reflejo de tan transparente y puro que era.
Toco suavemente el agua creando unas ondas en esta.

-Es magnifica para darse un buen chapuzón-pensaba mientras se desvestía y colocaba cuidadosamente su ropa en la rama de un árbol no muy alta.
Se metio muy despacio en el agua helada y cuando ya estaba totalmente metido, comenzó a nadar y a bucear un buen rato.

Al salir del agua y apoyarse en las rocas para descansar, teniendo el cuerpo aun metido en el agua quedando su pecho al aire, oyó un ruido que provenía de los matorrales...

Cheshire, luego de la llegada de aquel viaje desde su lejana casa pasando desde tortuosos momentos hasta ratos en los cuales realmente deseaba nunca haber escapado, decidió ir a darse un chapuzón para relajarse y al fín poder descanzar un momento. Claro, ya había hecho varias paradas por el camino, pero en ninguna había podido asumir que ya no corría peligro o que ya debía dejar de correr para escapar.

Bueno, el asunto era que al fín había llegado a las cascadas, que tan ilusinado veía con los ojos abiertos como platos. Nunca había visto un lugar tan bello y magestuoso, y éste, a demás de ilusionarlo, simplemente le encantaba; con aquel sol brillando y reluciendo en los hilos de agua de la cascada, y aquel verde pintando todo el lugar repleto de árboles y cesped, con arbustos y demás. Un hermoso día, pacífico y ameno sin rastros de molestas personas bulliciosas o escandalosas. Tal como a él le encantaba.

Luego de un rato de admirar todo decidió meterse al agua. Dejó su ropa desordenadamente en algún lugar por ahí, y sin darle demasiada importancia a la ubicación de sus prendas, se introdujo al agua para nadar un buen rato. Sin embargo, luego, al salir un poco más lejos de donde había entrado e increíblemente desorientado, miró hacia todos lados, sin poder recordar a dónde había dejado toda su ropa. Y ahora, desnudo, solo con las vendas tapándole uno de los ojos faltantes... ¡¿Qué rayos haría?! ¡No podía regresar a la ciudad sin tapar sus partes íntimas así como si nada!... Tendría que buscar, por más que le llevara todo el resto del día. Y así lo hizo, salió del agua desnudo, agazapándose entre los arbustos buscando desesperadamente con las orejas erguidas y moviendo la cola, mojado por completo.

Sin embargo, pronto pudo notar la presencia de alguien más, a lo que rápidamente se escondió entre otros arbustos un poco más frondosos, apenas asomando la cabeza con el cabello repleto de hojas y ramitas para poder divisar al otro individuo.