Acechando en la oscuridad... (Privado Nybbas)

Ya habían pasado algunos días desde que vio al demonio cara a cara. Como había previsto, Nybbas se había escaqueado de forma que cuando fue a por sus pócimas no se encontraba en la tienda, pero no le importo. Ya había despejado su agenda por así decirlo, anunciando que por algunos días no aceptaría nuevos trabajos, ya que estaría ocupado.

Esa ocupación tenia unos claros ojos azules, y un oscuro pelo rojo. Había estado siguiendo al demonio, observándole a distancia, evaluando, analizando y tomando notas de todo lo que hacia, a donde iba, para que y con quien. Sabía de memoria todos sus horarios, y era capaz de seguirlos casi sin pensar.

Ahora por ejemplo, en la calle, de noche y frente a la tienda, tenia pleno conocimiento de que era cuestión de minutos que Nybbas saliera por la puerta, cansado y probablemente hastiado de el largo y aburrido proceso que era un inventario. Pero eso le venia estupendo, porque algunas de las zonas por las que el demonio pasaría para hacer corto el camino, a estas horas se encontraban desiertas y mal iluminadas, perfectas para una emboscada.

El pelirrojo salió, siguiendo la ruta ya pronosticada por Raven, que le seguía a distancia, ocultando su presencia. Ya estaba apunto de lanzarse como buen depredador sobre su presa, cuando tres nada agraciados demonios interceptaron al suyo, y con aspecto de no tener muy buenas intenciones. Bien... esto incluso podría ser bueno, todo era cuestión de esperar entre las sombras y ver como se las desenvolvía Nybbas. Ya intervendría si veía que era necesario.

Nybbas había estado completamente absorto, pensando en las ganas que tenía de llegar a su casa, meterse en la cama y no salir de ella hasta la mediodía del día siguiente. Aunque su andar era ligero, como el de un gato, iba mucho más lento de lo usual, jugueteando con el borde de sus uñas.

Cuando habían aparecido aquellos tres tipos, los miró de arriba abajo alzando una ceja, y no sabiendo si debía ponerse a la defensiva.

-Eh, bonita, ¿te vienes a beber algo? Y de paso nos invitas a unos tragos -el que parecía el cabecilla, se acercó y lo rodeó por la cintura, intentando pegarlo a él, pero Nybbas colocó sus manos en el pecho del demonio para apartárselo.

-Me parece que te equivocas...

-A mi me parece que no, con esas piernas, ¿eh, chicos? -los otros rieron, acercándose más hasta rodearlo.

El pelirrojo bufó. Siempre tenían que haber imbéciles pervertidos en todas partes. No hacía ni unos días que había estado Raven en su tienda, y de repente los acosadores se multiplicaban. Agradecía haber ignorado al de cabello morado, si no simplemente sería otro más a añadir.

-Tengo cerebro y esas cosas por la parte de arriba -les espetó, al ver como empezaban a meterle mano por las piernas, acariciando los muslos. Él simplemente se movía, intentando pegarles patadas mientras los empujaba.

-Parece que tendremos que tendremos que adelantar planes, ¿en ese callejón que tal, tíos?

-Genial, así nos ahorramos problemas y lo dejamos ahí después de descargar -rió, sobándose el paquete.

Había estado siguiendo toda la conversación desde lejos. Parecía que él no era el único que apreciaba la hermosura de aquellas piernas, aunque sin duda era capaz de apreciar mucho mejor la belleza del pelirrojo que aquellos tres vulgares y descerebrados que no se merecían la sangre que corría por sus venas. Seres como aquellos desprestigiaban la hermosa raza de su padre.

Para la forma de ver las cosas de Raven, aquellos tres demonios solo eran lastres, manchas, bichos repugnantes, y lo mejor que se podía hacer con ellos era eliminarlos. Con más razones aún por haberse atrevido a tocar a Nybbas. Ese demonio era suyo, era su presa, y no toleraba que nadie tocara lo que era suyo.

Los siguió al interior del callejón cuando arrastraron al pelirrojo a su interior, moviéndose sigiloso como un gato, sin hacer ni un solo ruido que le dela tara, hasta el pequeño silbido que hicieron sus afiladas dagas curvas al ser desenvainadas. El más cercano a él se giro alertado por el sonido, pero antes de que pudiera hacer nada, tan siquiera dar el grito de alarma, se encontró con una de las dagas en su garganta, atravesándola hasta salir por el cráneo.

La sacó de la cabeza del difunto demonio a tiempo de usarla para dar un buen tajo del pecho hasta al estomago al que se le venia encima mientras esquivaba el golpe que pretendía darle. Dio un giro rápido colocándose a la espalda del demonio que se apretaba el abdomen tratando de mantener inútilmente las tripas en su lugar, y le remató clavando la otra daga entre las costillas hasta la empuñadura, atravesando el pulmón y llegando al corazón desde su espalda.

El ultimo que quedaba trato de usar la estrategia de los cobardes pero ah... Raven no le dejaría huir así como así. Guardando con maestría los afilados instrumentos de la muerte en sus fundas, agarró una tubería cercana, lanzandola contra el demonio que corría por su vida, con tal certera puntería, que le atravesó de par a par, dañándole la columna de forma que solo le quedaba esperar tendido en el suelo a la muerte, cuando acabara desangrándose.

-Nos volvemos a ver Nybbas... y en que circunstancias... - murmuró con toda tranquilidad, como si no acabara de matar a tres hombres delante de sus ojos - que curiosa es la vida... - comentó, y aunque no sabía como lo interpretaría el pelirrojo, el comentario era porque él, que se iba a convertir en su raptor, de repente se había encontrado interpretando el papel de su salvador. Realmente irónico.

Nybbas estaba apoyado en la pared, con el pecho subiendo y bajando agitadamente. Con las manos agarraba con fuerza los bajos de la túnica, así era como había estado antes de que apareciese Raven, para evitar que los otros fuesen más allá o al menos eso había pensado.

Había observado todo estupefacto, como si el sueño de días atrás se repitiese. Últimamente no había tenido, al menos no sobre Raven. Había soñado con lugares oscuros, como observándose a sí mismo, pero apenas le había dado importancia a ese hecho. Se había sentido como si de una proyección astral se tratase, observando cada uno de sus movimientos de espaldas. Totalmente rarísimo.

Pero lo que acababa de suceder era aún más extraño. ¿Qué hace él aquí?, se preguntó, separádose de la pared y dando unos pasos, aún sin soltar su túnica.

Su mirada estaba clavada en los cuerpos a su alrededor, y no podía dejar de pensar en la sensación de satisfacción que había sentido cuando el híbrido los matada. Y cuando había visto al último siendo atravesado... el calor había empezado a almacenarse en su bajo vientre.

-¿Q-qué hace aquí? -le preguntó, sorteando el primer cuerpo sin apartar la vista de la mueca que tenía. Casi le costaba tragar la saliva a pesar de sentir aquella mezcla extraña entre miedo, satisfacción y placer.

Sonrió amablemente, mirando como el demonio se aproximaba a él. La noche no había ido como él esperaba, pero quizás pudiera ser mejor así. Este suceso le daba la oportunidad de conseguir la confianza del pelirrojo, de poder acercarse a él, cosa que le atraía mucho más que simplemente secuestrarle.

Prefería estar cerca suya sin ningún tipo de rechazo, manipulándole y amaestrandole poco a poco como a una pequeña mascota para que siguiera sus deseos, en vez de mantenerlo encerrado en una jaula como a una fiera exótica. Si... sin duda seria mucho más divertido que Nybbas comiera de su mano por voluntad propia.

-¿Que qué hago? Estaba dando una vuelta cuando me pareció que alguien necesitaba ayuda – amplió la sonrisa mientras acortaba aun más la distancia entre ellos, pero dando todavía un poco de espacio al pelirrojo – espero que no te haya molestado mi intervención...

Los ojos azules el demonio seguían fijos en los ahora cadáveres, aún algo aturdido por lo rápido que había sucedido todo; y porque lo que había hecho con esas garras le había recordado a su sueño.

Sus ojos se desplazaron al rostro del híbrido, sonriendo un poco aunque sin moverse del sitio.

-No. Te lo agradezco -dijo, aunque no se imaginaba a Raven paseando tranquilamente por las calles. Pero quizás no siempre se podía juzgar a las personas por sus sueños ni las primeras impresiones. Aunque lo que el otro hacía definitivamente no podía ser ignorado, y menos cuando le producía esa mezcla entre horror y excitación-. Estaba volviendo a mi casa cuando de repente aparecieron. Qué vergüenza... si no llega a ser por ti...

Quería agarrarle ahora mismo y sacarle de aquel pestilente callejón, llevárselo lejos de esos cadáveres que aunque ya eran inofensivos le seguían repeliendo de la misma forma que cuando habían estado vivos. Asquerosas criaturas que esperaba terminaran por desaparecer de esta tierra.

Matarlos no había supuesto tanto una diversión como un alivio.

-Demos gracias a Loth de que llegara a tiempo – murmuró con seriedad. Aunque quizás era el demonio el que debía darlas, dar las gracias por un poco más de tiempo antes de caer definitivamente en las garras de Raven - ¿quieres... que te acompañe algún lado? No me fío de que no haya más peligros aguardando en las sobras – propuso con tono preocupado y riendo por dentro. Probablemente el era el peor de los peligros de aquella zona.

Era como un tigre pastoreando a un corderito para evitar que los lobos se la comieran. Ser cuidado por una depredador era peligroso, porque por ahora estaría protegido, pero solo hasta que su guardián no aguantara el hambre y lo devorase hasta que no quedaran ni sus huesos.

Nybbas asintió lentamente, desviando por escasos segundos sus ojos a sus casi agresores. No sabía ni porqué aceptaba. Después de lo que acababa de ver tendría que tener más miedo del híbrido, pero sin embargo se sentía incluso agradecido. Además, se sentía incluso irónico todo aquello. Él que había estado huyendo de Raven ya que no le gustaba su actitud confiada ni lo que había visto en su sueño, y acababa siendo salvado por él. Totalmente cómido, pero no le daban ganas de reír.

-Sí, gracias a Loth... Voy a casa. Estuve haciendo inventario, pero me entretuve... -se explicó Nyb, avanzando unos pasos y mandándole otra mirada rápida a los cadáveres. Luego mirando al frente mientras sus manos apretaban la tela de la túnica, casi retorciéndola. Se había quedado dormido algunas veces, y otras simplemente había perdido el tiempo como mejor sabía: revistas y pintauñas- ... y cuando me quise dar cuenta, ya era tarde. No suelen haber gente así por aquí, pero supongo que no estoy libre de peligros -se rió, volviendo a mirar al pelimorado.

Tenia ganas de agarrale por los brazos terminar con la distancia que había entre ellos pegándolo a su cuerpo, pero no, tenia que ser paciente, todo iba muy bien... no era momento de estropearlo por dejar que su ansia le pudiera.

-Bueno... los inventarios son un trabajo más pesado de lo que parece, es normal no terminarlos en el tiempo que uno se plantea – murmuró como si encontrara normal su retraso. Lo cierto es que se había divertido espiándole por la ventana, viendo como la mitad del tiempo lo perdía haciendo el vago – y es mejor no arriesgarse a ir por aquí... es cierto que normalmente no hay nadie, por eso es que seres peligrosos, como la carroña que te atacó, vienen aquí de vez en cuando – sonrió amablemente, ofreciéndole pasar primero para salir del callejón – siendo dos sera más difícil que se atrevan a atacarnos nuevamente.

El demonio avanzó y se puso delante del otro, inconscientemente esperándole. Prefería no girarse a mirarlo, porque le había hecho gracia aquel gesto. Quizás, después de todo, incluso el híbrido tuviese corazón, a parte de unas garras que asustaban.

-¿Me vas a acompañar? No hace falta. Recorro el mismo camino todos los días. Pero si te empeñas... -se encogió de hombros. No se iba a negar si el otro quería, y tampoco era como que estuviese cediendo, simplemente encontraba su propio beneficio en aquella situación. Tenía un híbrido peligroso que estaba dispuesto a quitarle de encima babosos... nada mal, a pesar de que Raven hubiese rozado ligeramente esa categoría en su cabeza.

Se permitió esbozar una sonrisa perversa, reflejo de su retorcida mente cuando Nybbas se adelantó dándole la espada, de forma que no podía ver sus muecas de satisfacción. Era divertido, realmente divertido ver como el demonio se confiaba tanto. Cualquier otro habría preferido no quitarle los ojos de encima, aunque eso tampoco servia de mucho si decidía matarles.

-¿Me vas a acompañar? No hace falta. Recorro el mismo camino todos los días. Pero si te empeñas...

-Si mi compañía no es ninguna molestia... - murmuró acercándose al demonio, situándose a un lado y un poco detrás de él con cara seria – me quedare mucho más tranquilo si puedo asegurarme de que nadie más te moleste por él camino – le aseguró con una sonrisa amable.

Ni siquiera se había girado a mirarlo. No hacía falta. Era una persona cómoda, siempre lo había sido, y si alguien se ofrecía a hacer algo por él, no se iba a negar. Además, era muchísimo más relajante no tener que estar mirando a cada esquina como un paranoico. Así podía dedicarse de pleno a pensar en cualquier chorrada mientras no miraba a nada fijamente.

También era una persona que, sí algo le gustaba, se hacía rápidamente a la idea y no rechistaba. Y ese era un buen momento para comportarse así. Su abuela no le daba nunca esos caprichos porque no quería que se volviese un vago o demasiado confiado, pero él adoraba que lo 'adorasen'.

-Si tú lo dices... y no lo es, a menos que empieces a decir cosas raras -como el otro día, terminó en su mente. Luego intentó no girarse a mirarlo, pero desde el sueño tenía curiosidad por saber más sobre aquél hombre-: ¿Vives muy lejos de aquí?

Así que cosas raras ¿eh? Bien, podía intentar evitarlas, tratar de hablar como una persona normal, aunque le costaría un poco, después de todo él no era normal, jamás lo había sido, no con la vida que había tenido que llevar, y mucho menos con la extraña mezcla de su sangre. Sin duda era muchas cosas menos normal.

-Si... vivo bastante lejos, pero de la ciudad en general – le aclaró – vivo en las afueras, me gusta la tranquilidad que se respira allí.

Tranquilidad que le permitía torturar con mayor eficacia a sus presas, sin tener que preocuparse de ser interrumpido podía concentrarse mucho mejor. También tenia la ventaja de mantenerle lejos de la escoria, no había mucha gente que se tomara la molestia de hacer un viaje tan largo solo para molestar. Y a vuelo de pájaro tampoco estaba tan lejos.

Miró por sobre su hombro un momento al otro, volviendo a mirar al frente mientras pasaban por otro callejón oscuro al cual no se atrevió a echarle un ojo. Simplemente aceleró sus pasos y una pequeña sonrisa que parecía decor 'tengo un guardaespaldas, ahora os jodéis acosadores'.

-¿Y por qué estabas aquí? Esto está un poco lejos... -dijo, prosiguiendo con su curiosa 'investigación' del otro. Más o menos se había imaginado eso, aunque no se había parado a pensar aquello cuando en su sueño aparecía un lugar tan grande y amplío. Una casa de reyes. Cómo le gustaría vivir en una así-. ¿Es... muy grande tu casa? ¿Vives solo?

Sí, definitivamente le gustaría ser un rey, o mejor dicho, una reina. Vivir en un lugar enorme, con alguien que le sirviese y cumpliese todos y cada uno de sus caprichos. Sin tener que molestarse por nada más que lo que dijesen los chismes de las revistas y pintarse las uñas. Y, ante todo, el gran evento: dormir a pierna suelta hasta que le diese la gana.

Era un buen sueño, pero su abuela siempre prefería mantenerlo con los pies en la tierra.

-El otro día vi un gatito rojizo precioso, quería ver si lo encontraba para llevarlo a casa – respondió a su primera pregunta con la verdad camuflada en una metáfora – la mansión es muy grande y se siente todo muy vacío conmigo como único habitante...

Claro que siempre tenia algún ''invitado'' con el que entretenerse y no sentir tanto la soledad, que si bien no le importaba demasiado, con el tiempo se hacia incomoda y aburrida. Por eso pasaba largos tiempos fuera de ella, explorando para encontrar ''invitados'' o aceptando cualquier trabajo que le pareciera adecuado. El aburrimiento no era excusa para rebajarse a realizar trabajos mal pagados o de principiantes.

-¿Un gato? -repitió, sin creer mucho que el otro fuese de esas personas que se quedaban prendadas de pequeñas bolas de pelos. Él las odiaba, y tenía alergía a esas largas colas que no hacían más que perder pelitos por aquí y por allá-. Supongo que es un buen animal si vives solo...

Nybbas tenía ganas de preguntar sobre aquellas garras que había visto antes; era como un gran gato curioso, como había apuntado Raven, aunque él mismo no cayese en que se refería a él. Por eso no dejaba de mirar de reojo las manos del otro, y tenía el estúpido pensamiento de que a él le gustaría poder hacer eso con sus uñas cuando una se rompía.

-Pero son muy independientes, y tienen muy mal genio. Quizás te arañe si intentar llevártelo. ¿Por qué quieres justamente ese gato?

-Bueno... podríamos decir que fue amor a primera vista – murmuró sonriendo levemente. Era cierto, desde la primera vez que poso los ojos sobre el ''gatito'' había deseado hacerse con él fuera como fuera – y si... es probable que me arañe cuando trate de llevármelo, pero creo que la compañía merecerá la pena – aseguró divertido por estar hablando de Nybbas sin que este se diera cuenta de ello.

-Cualquier compañía es bienvenida a mi solitaria vida – le informó como si fuera tan solo un comentario – y no me importa que tan caprichosa pueda ser la compañía.

-Nunca hubiese imaginado que podría llegar a interesarte tanto un animal.... -le comentó, sin pensárselo dos veces. Le dedicó una mirada de soslayo, y casi por un segundo al escuchar la última frase deseó ser ese gato.

Que le cumpliese cualquier capricho sonada demasiado bien a sus oídos. Era una pena que el otro estuviese interesado en un simple animal, aunque seguía sin creérselo si recordaba su sueño y a aquél silfo. Casi le había dado pena, pero también estaba aquella fascinación que sintió al ver las garras hundirse en la débil carne.

-No quiero decir que no tengas cara de no ir a cuidarlo bien... Pero me cuesta creerlo. Espero que lo consigas, aunque no sé cuanta compañía pueda hacer un animal si no habla... Con lo de caprichoso, ¿a qué te refieres? -preguntó al fin, sin poder contenerse.

-Cierto... seria mucho mejor poder mantener una conversación amena, pero no conozco a nadie dispuesto a hacerme compañía – murmuró dando a su voz un ligero tono de pesar – las personas parecen encontrar mi presencia como algo intolerable – se lamentó, sin aclarar por supuesto, que el era el que se aseguraba de que así fuera.

-Caprichoso... no conformarse con cualquier alimento, exigir mis atenciones cada vez que quisiera algo... ese tipo de cosas – sonrió mirando al demonio mientras se lo imaginaba rechazando platos porque tenían algo que no le gustaba, y pidiendo cosas una detrás de otra.

Estaba seguro de que si se le daba la oportunidad, el pelirrojo seria capaz de comportarse como todo un principio mimado. Ahora simplemente parecía conformarse con la vida que llevaba, pero estaba seguro que no rechazaría una buena oportunidad para ser todo lo vago que pudiera.

Nybbas se mordió el labio, tentado por aquellas palabras que sonaban a gloria en sus oídos. Aquel gato debía ser imbécil si no se dejaba encontrar.

-Ahora estamos hablando -repuso contrariado, a pesar de que él mismo se había sentido amenazado por la presencia del otro. Sobre todo cuando se acercaba mucho y lo miraba con aquellos ojos, o cuando se daba esas ínsulas de conquistador-, ¿no? Quizás cuando se te conoce... y no dices cosas raras, seas bastante agradable.

Aunque lo había dicho no muy seguro, era cierto; y creía que lo segundo que había dicho tenía mucho que ver. Y es que ya se imaginaba recibiendo masajes, comida, y cualquier cosa que quisiera si se la pedía. Era demasiado tentador. Pero menos mal que sólo era su imaginación.

-Debes de desear tener mucho a ese gato para aguantar todo eso. No cualquiera tiene la paciencia, ni la voluntad ni las ganas de cuidar a un animal tan bien. Enseguida se cansan... -comentó, y en parte se refería a él. Con lo vago que era, bastante hacía si se alimentaba, leía o se cortaba, limaba y pintaba las uñas. Y como gran final, mucho era si ayudaba en la tienda.

-Yo soy muy paciente cuando lo deseo – aseguró sinceramente. Su trabajo no era para los impacientes, se necesitaba tiempo para hacer las cosas tan bien como él lo hacia, y la paciencia la aplicaba a muchos otros aspectos de su vida, aunque soportar a escoria no era una de esas cosas, de ahí el porque había tres cadáveres en el callejón que habían abandonado.

-Me gusta cuidar y consentir a aquellos a los que aprecio, aunque desde que murió mi padre no tengo a nadie – esta vez el pesar en su voz fue real. Su padre había sido probablemente la única persona a la que había apreciado y querido – Aparte de él no me he podido relacionar mucho con nadie, y no suelo mantener muchas conversaciones, quizás por eso la otra vez dije algo extraño, aunque no llego a comprender el que – le aseguró sin mentir del todo. Era verdad que no solía entablar muchas conversaciones, porque no tenia la necesidad de ello, y tampoco le apetecía socializar demasiado.

-Pero me alegro mucho de que ahora si estés a gusto con nuestra conversación, no suelen darme segundas oportunidades... - le dijo con una sonrisa de agradecimiento. Lo cierto era que el que no solía dar segundas oportunidades era él, pero eso no tenia porque saberlo el demonio. Al menos por ahora.

-Sí que lo hiciste -le rebatió, llevando una de sus pulcras uñas a la boca y mordiéndola un poco por los bordes-, empezaste a adularme de ese modo tan extraño. Quiero decir, no me molesta que lo hagan -le aseguró, porque era verdad. Nunca decía que no a que le subiesen el ánimo-. Pero nunca antes había entrado un extraño por la puerta soltándome todo eso. Quieras que no... descoloca un poco.

Se giró de medio lado para verlo, apretando su labio inferior con el dedo gordo y el índice más por aburrimiento que otra cosa.

-Yo tampoco tengo a nadie, bueno, quitando a mi abuela. Mis padres murieron también. Y no suelo caer bien a la gente porque dice que soy raro, así que estoy solo la mayor parte del tiempo. Así que si no dices cosas raras... -se encogió de hombros, sonriendo levemente-, quizás podríamos vernos y hablar más veces.

-Lo siento... no lo sabia, pero no estaba tratando de adularte, es tal como veo las cosas – le aseguró sinceramente. No era de regalar halagos, si decía que el demonio era hermoso es porque lo veía como una verdad innegable – pero si quieres evitare ese tipo de comentarios hasta que te resulte cómodo oírme decirlos – abdicó con facilidad. No tenia intención de hacer nada que pudiera espantar a su presa ahora que las cosas iban por tan buen camino.

-Me encantaría que nos pudiéramos ver otra vez, a deferencia de esa gente opino que tu compañía es muy agradable – le dijo con una sonrisa aparentemente sincera. Le fastidiaba tener que postergar sus planes, tardar más tiempo en tener al pelirrojo en sus manos, pero sabía que así seria mucho mejor, así que tendría paciencia.

Las mejillas del demonio se llenaron de sangre al oírle, y bajó la cabeza para intentar esconderse de aquellos ojos tan penetrantes. Se mordió el labio, pensando que no estaba tan mal que lo hiciesen sentir así, y con ello capturó el dedo que seguía en su boca.

-Sí, sería lo mejor. No me molestan, es sólo que la forma en que lo dijiste... cómo te acercaste... -decidió no acabar la frase, porque iba a exponerse como el débil que era ante el híbrido. Y eso le hacía sentir aún más incómodo o cohibido que la cercanía que había impuesto entre ellos Raven cuando le había dicho esas palabras en la tienda. Se balanceó un poco, y se fijó en que al fin empezaban a dejar atrás aquella zona tan desierta-. Podríamos vernos alguna tarde, sí. No suelo trabajar hasta tan tarde... hoy ha sido especial.

No se escaparon de su escrutinio y vigilancia continua aunque disimulada, aquel sonrojo que se dibujo en las mejillas del pelirrojo como ni el pintor de mayor talento seria capaz de captar con toda su belleza. Por mucho que el demonio trato de esconderse agachando la cabeza, los ojos de Raven siguieron taladrándole, casi como si fuera capaz de ver a través de él. Y tuvo que contenerse de sacar aquel dedo de su boca e introducirlo en la propia para morderlo y lamer la sangre que se vertiera al romperse la piel con sus dientes.

-Cuando gustes... mi horario es extremadamente flexible – le aseguró con tranquilidad. Mirando como la zona en la que entraban era ya más animada, y también sintiendo con disgusto que pronto le tocaría despedirse del pelirrojo. Por el momento... - pero si no es mucho problema para ti me gustaría quedar pronto, el tiempo se puede hacer eterno si uno no tiene conque entretenerse mientras espera... - murmuró con una suave sonrisa.