Acechando en la oscuridad... (Privado Nybbas)

'¿Esperar?', fue lo primero que se preguntó al oírle. Miró por sobre su hombro, curioso pero sin decidirse a preguntar. '¿Esperar a qué?'

Esperó hasta que el híbrido casi estuvo a su lado, quizás un paso más atrás, y volvió a andar asintiendo entonces con la cabeza.

-No tengo nada que hacer por las tardes. Bueno, a veces -dijo sin aclarar, sólo por hacerse el interesante. A pesar de que las únicas tareas que desempeñaba a esas horas (o a casi todas) era acicalarse como mejor sabía. Y añadió con todo el descaró del mundo-: ¿Me invitarás a tomar algo?

Reprimió una sonrisa divertida ante ese ''a veces'' sabiendo claramente que las tardes eran de exclusivo ocio para el pelirrojo. Lo más agotador que le había visto hacer era contorsionar esas largas y esbeltas piernas que poseía, para cortarse la uñas de los pies. Un espectáculo que le había hecho imaginarse las formas en las que podría sacar provecho de la flexibilidad de la que el demonio hacia gala.

-Si tu quieres ¿por que no? - le respondió sonriendo amable – no tengo problemas de dinero como ya habrás supuesto, por lo que no tienes porque reprimirte a la hora de pedirme algo – le aseguró, encogiéndose de hombros para restarle importancia – tengo bastante más de lo que pueda gastar yo solo...

Se mordió el labio juguetonamente, mirándolo al fin. ¿Qué le pidiese lo que quisiera? Ese híbrido no sabía lo que le estaba diciendo, aquello ya era la suprema tentación de todo lo que había estado saliendo por aquellos labios igual o más tentadores que la oferta.

Se balanceó un poco, sonriéndole lo más encantadoramente que pudo.

-Quiero ir a comer o cenar algún día a Renaissance -propuso, sabiendo que aquél era el restaurante más caro que se conociese. Pero por eso mismo lo había dicho, porque deseaba comprobar si era verdad lo que decía. Además de que la comida era deliciosa-. ¿Podíamos? -añadió, para que no se viese aquello tan descarado como había sido dicho.

Le observó morderse el labio, aprendiendo mucho de si mismo y su auto control con todas aquellas tentaciones. El que a estas alturas aun no se hubiera lanzado sobre él como un animal en celo y le hubiera cobrado cada uno de los gestos que había hecho le enorgullecía enormemente. Devolvió la sonrisa con otra similar, que no reflejaba para nada los oscuros pensamientos que poblaban su mente.

-¿Renaissance? Muy buen restaurante, yo tengo siempre una mesa reservada – comentó tranquilamente, como si aquello no costara la pequeña fortuna que pagaba cada mes – nunca estoy seguro de cuando me apetecerá ir, y de esta forma no tengo problemas con las reservas – explicó con la misma impasibilidad – así que podremos ir siempre que te apetezca – le aseguró sonriendo amablemente.

Estaba satisfecho como iban las cosas, por como sus sutiles manipulaciones hacían efecto. Estaba guiando al demonio por un gran laberinto de engaños, confundiendo su camino y haciéndole adentrarse cada vez más, alejándole irremediablemente de la salida. Y cuando quisiera darse cuenta estaría completamente perdido y en sus manos.

Los ojos de Nybbas brillaron, no sólo por la acción de la luz reflejándose en sus ojos, sino porque creía estar dominando al de cabello púrpura. Era la satisfacción de saber que pidiese lo que pidiese el otro se lo iba a conceder. Esa idea le provocaba incluso más placer que limarse las uñas que a su lado hasta parecía algo demasiado banal.

Se internaron en una plaza de dimensiones redondas, con adoquines de colores arenosos y anaranjados, que se mezclaban entre ellos a la perfección dando un toque de elegancia que para nada tenía ese lugar.

Nybbas parecía flotar en vez de caminar de lo felices que eran sus pensamientos retorcidos sobre aprovecharse del híbrido. Tampoco era tan feo, en realidad lo que se podía apreciar de él era la cara de un hombre muy atractivo, y sumado a la facilidad con la que podía conceder y volcarse por complacer a una persona, era un gran partido.

-Siempre estoy hambriento para comida que esté tan buena -dijo, a pesar de que nunca había estado en ese lugar ni había probado esa clase de comida de cocina de alta clase nunca. Le daba tentación por meterse en su mente para apreciar cómo era el restaurante por dentro, o cómo era saborear algo tan rico. Pero no le apetecía recibir un regaño de parte de su abuela-. Entonces vayamos a comer allí, puedo hacer un hueco en mi agenda por ti algunas veces si me llevas a sitios así. Pero, ¿no tenías que buscar a ese gato que dijiste antes?

Pudo apreciar un brillo en los ojos del demonio, y supo que había caído en la trampa. Sin duda el pelirrojo pensaba que tenia el dominio, que era capaz de conseguir cualquier cosa de él. Cuan lejos de la verdad se encontraba... era Raven quien mantenía el control, el que dejaba un rastro de miguitas de pan, que el demonio seguía sin darse cuenta.

Entraron en una plaza, que como siempre a Raven se le antojó que no encajaba en el lugar. La elegancia del lugar desentonaba fuertemente con sus alrededores. Era casi como si el que hubiera diseñado el lugar, pretendiera que viendo la plaza te olvidaras de la miseria de tu alrededor. Y probablemente para los que no desearan verla el truco surtiría efecto.

Ver al feliz pelirrojo era como contemplar un pajarillo que volaba sin saber que si lo hacia muy lejos chocaría de lleno contra los barrotes de la jaula. Se creía libre, pero esa libertad era una mera ilusión, un espejismo que se desvanecería al primer momento que el híbrido se aburriera de mantenerlo, y el pajarillo acabaría con las alas arrancadas.

-No importa... creo que de todas formas es demasiado escurridizo, no creo poder atraparle – comentó sin que se notara para nada lo irónico en la frase. ¿Para que perseguir al ''gato'' si ya lo tenia comiendo de la palma de su mano? - como ya he dicho... iremos cuando tu quieras...

Si era capaz de olvidarse de ese gato para complacerlo a él, realmente valía la pena ese híbrido, pensó. Se rió entre dientes mientras se giraba para verlo justo cuando pasaban por al lado de una gárgola de granito blanco hacia donde alzó una de sus pálidas manos para que sus dedos acariciasen la superficie pulida.

Nunca nadie lo había puesto por encima de otras personas, o se había molestado más de lo necesario en él; y definitivamente su abuela no contaba, porque sabía que la familia siempre se preocupaba más de lo necesario por sus seres queridos. Pero que práticamente un extraño lo hiciese por él, lo llenaba de satisfacción. Incluso lo hacía sentir especial, y eso hacía que el pecho se le hinchase. Era una sensación que no rechazaría de sentir contínuamente si pudiese.

Quizás no sería mala idea tener un par de encuentros con él, y dejar que lo agasajase. Así, cuando se cansase, se olvidaría de él tan rápido como se gastaría o consumiría todo lo que recibiese.

-Uhm -emitió ante el primer comentario, paseando los graciles dedos por la gárgola que emulaba a un pequeño demonio con cara horrenda encogido sobre sí mismo con las alas pegadas a su espalda.

Por él hubiese dicho en ese mismo instante: 'Tengo hambre, vayamos YA. AHORA', pero quizás eso hubiese quedado demasiado precipitado incluso para aprovecharse del otro. Demasiado... ¿evidente?

-Quiero ir a comer allí dentro de dos días -ordenó con tono caprichoso. Sí, ordenó. Estaba cogiendo unas confianzas demasiado grandes para con él otro en tan poco tiempo que su abuela se habría escandalizado.

Le escuchó reírse por lo bajo, observando como se giraba hacia él y posaba su mano en la piedra, con su blanca piel mimetizándose casi a la perfección en la pálida superficie. Envidiaba aquella fría materia que tenia el privilegio de probar la suavidad de aquella mano.

Las diferencias entre el demonio esculpido y el pelirrojo destacaban mucho más que el parecido en la piel blanquecina. Nybbas era hermoso, orgulloso, con una gracia felina, mientras que el ser que representaba la estatua era horrendo, miserable y de poder moverse sin dura seria de forma torpe y falta de elegancia.

-Como desees... - susurró guardándose un ''mi reina'' para si mismo. Le hacia gracia ver como el demonio se comportaba como si fuera de la realeza, con aquel aire altivo y esa forma de dar ordenes. Solo con verle actuar unos minutos podías darte cuenta de que no había nacido para servir, si no para ser servido.

-¿Quieres que vaya a recogerte a una hora y lugar concretos? - preguntó solicito. Era una forma más de controlarle sin que se diera cuenta, aquello lo vería como un servicio más, pero en realidad le hacia depender de él para su medio de transporte.

Se apoyó contra la gárgola, a pesar de que no era el lugar más cómodo para hacerlo, y torció un poco la boca mientras observaba con una ceja enarcada sus uñas con aire pensativo. Tal y como pensaba Raven, sólo le faltaba un trono en el que sentarse para ser toda una reina. Aunque quizás pocos sirvientes le hubiesen aguantado sus caprichos.

En su mente estaba analizando la pregunta del híbrido para que lo recogiese de tal forma que no tuviese que andar (sería una pena que sus pies se hinchasen o que su ropa se ensuciase) o siquiera preocuparse por nuevos asaltantes (de los que, la verdad, ya ni siquiera se acordaba).

-Quiero que pases por la tienda. A las dos y media, ni antes ni después -aclaró. No le gustaría que interrumpiesen su acicalamiento, ni que osasen hacerlo esperar más de lo necesario y que todo el arreglo previo en su persona se echase a perder.

Se levantó de su molesta área de descanso, y con la misma mueca en los labios retomó su andar a la espera de que el otro lo siguiese. Ahora que pensaba, el único inconveniente de que aquel hombre acudiese a recogerlo a la tienda iba a ser la cara de su abuela o el sermón que le echaría después. Pero estaba seguro de que valdría la pena. Todo por tener un momento de capricho lo suficientemente largo como para que no necesitase a nadie más después de Raven.

-Y si traes chocolates, mejor -dejó caer, pensando que sería una buena forma de que empezase con los regalos que pensaba disfrutar al máximo.

Le miró fijándose en los aires de grandeza que poseía con aquella postura. Cada vez se convencía más de que el demonio debía ser la reencarnación de alguna reina, o quizás de la favorita de algún concubinato. Toda su esencia parecía repetir que se merecía lo mejor a pesar de pertenecer a una familia humilde.

Seguramente la abuela del pelirrojo se preguntaría de donde había sacado su nieto esas pretensiones, porque se veía que la mujer tenia los pies sobre la tierra y que procuraba trabajar con honradez.

-Quiero que pases por la tienda. A las dos y media, ni antes ni después

-Estaré allí puntual – le aseguró siguiéndole con una suave sonrisa. Llegaría exactamente a las dos y media como se le había indicado, ni un minuto antes, ni un minuto después. Y su llegada seria sonada, pues pensaba utilizar un transporte digno de una reina para su majestad Nybbas.

-Y si traes chocolates, mejor

-Tendré muy en cuenta tu recomendación – le aseguró con sinceridad. Aquello le quitaba el problema de pensar que regalo seria adecuado para un minino caprichoso. Simplemente tendría que hacer un encargo a la mejor chocolatería.

Nybbas no se giró en ningún momento y se cruzó de brazos mientras lo escuchaba, complacido. Una gran sonrisa de satisfacción surcó su rostro que poco a poco fue torciéndose de forma maliciosa, no podía esperar a que llegase ese día para comprobar si realmente iba a hacer todo lo que le había ordenado. Como así fuese, no iba a durar en continuar demandándole más caprichos y atenciones, pero primero había que comprobar si Raven sería lo suficientemente servicial como para cumplirle eso y más.

-Bien -habló, bajando una mano hasta apoyarla en su cadera y clavándose el hueso de ésta-. Espero que más que tenerla en cuenta, la cumplas -le recomendó, con voz suave con cierto dejo de advertencia.

Quizás ni de daba cuenta de las libertades tan enormes que se estaba tomando en un periodo de tiempo tan corto. Pero le parecía lógico aprovecharse al máximo de lo que iba a ser un buen entretenimiento por algún tiempo. Y si le salía con baboserías, estaba bastante acostumbrado a deshacerse de aquellas personas... o eso creía, si no tenía en cuenta a los hombres del callejón que Raven había tenido que cargarse por su propia ineptitud.

Suspiró, y ladeó el rostro para mirar al otro.

Ni siquiera le había agradecido lo suficiente que lo salvase, pero el híbrido parecía no percatarse o no darle importancia a su grosería. Así que, ¿qué más daba?

Le habría gustado contemplar su rostro para ver las expresiones que se dibujaban en él ante sus palabras, pero no se había girado y únicamente podía sacar la pequeña conjetura de que no le desagradaban, fijándose en lo relajado que parecía su cuerpo, aunque eso no era completamente fiable, simplemente quería decir que no se encontraba en tensión, que no se sentía atacado.

-Bien -habló, bajando una mano hasta apoyarla en su cadera y clavándose el hueso de ésta-. Espero que más que tenerla en cuenta, la cumplas -le recomendó, con voz suave con cierto dejo de advertencia.

Bien... aquello confirmaba que sus palabras habían sido adecuadas, que la trampa seguía funcionando bien – procurare que no falten... ¿algún chocolate en especial? ¿o un surtido estará bien? - preguntó solicito. Aquello parecía gustarle al pelirrojo, y cuanto más le gustara más se relajaría, y cuanto más relajado estuviera más fácil le resultaría atraparle entre sus garras.

Ni por un momento pensó en recriminarle su comportamiento, que para él resultaba muy conveniente, y mucho menos el hecho de que no le hubiera dado las gracias. No lo hizo por ayudar, simplemente defendió lo que ya consideraba suyo. Nybbas era su presa, y haría que todo aquel que se pusieran en su camino se arrepintiera de ello durante el tiempo que le permitiera continuar con vida.

-Uhm -las facciones del joven demonio se arrugaron unos segundos mientras éste analizaba la pregunta del híbrido en busca de una respuesta que lo satisfajese-. Ambos -concluyó, bastante caprichosamente-. El chocolate negro más puro que encuentres, y un surtido.

Su estómago lo agradecería, además de su parte glotona. Adoraba los dulces que se deshacían lentamente en su boca sin apenas tener que masticar para comérselos, y si eran fuertes le gustaban más aún. Al final siempre acababa relamiéndose los dedos de lo mucho que disfrutaba de esas sesiones, sin importarle estropearse el trabajo en sus uñas. Aquellos momentos lo valían.

Se mordió el labio, haciendo memoria de la última, haría ya más de un mes. En su casa no se podían permitir ciertos lujos, al menos no siempre.

Y que ahora un híbrido se las fuese a consentir así como así... era una tentación demasiado grande. Tragó la saliva que se le había acumulado en la boca, y se giró de medio lado para que no viese como se relamía. Casi podía sentir el sabor en sus labios.

-Y si se te ocurre algo más, también -siguió-. Pero no me lo des en frente de la tienda... -le advirtió, si su abuela lo veía... se lo iba a comer vivo por aprovecharse así de alguien que lo había salvado-, me lo das después. Durante el camino.

Sonrió con victoria sin que el demonio pudiera verle. Pobre e ingenuo pelirrojo. Pensaba que estaba enredandole al rededor de su dedo menique, cuando era él el que paso a paso caminaba por la senda que Raven le iba marcando. El demonio era una pieza que le iba a salir cara, pero cada parte de él lo merecía. Era la primera vez que le tentaba tanto devorar una presa, y si podía la guardaría para si mismo, de forma que pudiera volver a degustarla siempre que su paladar así se lo pidiera.

-Descuida... me encargare de que todo este como lo deseas – le aseguró con tono solicito. Si... se aseguraría de complacerle, de parecer dócil ante sus ordenes, alguien a quien pudiera manejar y que no representara ningún peligro, aunque la realidad fuera muy diferente - ¿hay alguna indicación más que deba seguir? - preguntó mirando la casa del pelirrojo a la que ya llegaban, desviando la mirada antes de que el demonio pudiera notarla.

No era tan descuidado para alarmar a su presa demostrando conocimientos que no debería tener, no, él era mejor que eso, y si se suponía que no conocía donde vivía el otro, disimularía como si de verdad no lo supiera.