Atormentando al león de fuego (Priv. Blysta)

Loth, miró el lugar de reojo, con el entrecejo ligeramente fruncido.

"¿Dónde se habrá metido ese inútil?" Se preguntó a sí mismo.

- ¡Blysta! ¡Ven aquí! - Le llamó, con la voz demandante y amenazadora, aquella voz que imponía respeto sobre todas las criaturas de la noche...y del día también...

- ¡Ahora! - Le apresuró.

El chico pelirrojo no tardó en materializarse junto a él, tras un resplandor de color rojizo que recordaba al fuego. Todo en aquel lugar recordaba al las llamas.

Lo miró casi asustado, con la cabeza gacha en pose servicial preguntándose el motivo de aquella visita.

- Mi señor...- Murmuró como saludo con una pequeña reverencia.

El Dios de la Oscuridad posó sus ambarinos ojos sobre su 'sirviente', mirándole con superioridad.

- Tardaste demasiado. - Le acusó, sonriendo internamente con malicia. - Deberías aparecer en el preciso instante en el que te llamo... Que no vuelva a suceder, o me veré obligado a tomar medidas al respecto. - Le dijo con tono amenazante.

Blysta se encogió aún más, Loth le imponía muchísimo respeto y pavor. No se atrevía apenas a mirarle, así que sus ojos de color fuego líquido se mantenían pegados a los zapatos de su señor. Asintió rápidamente ante lo que este le dijo.

- No volvera a suceder.- Dijo intentando que su voz sonara firme.

El de cabellos azabache sonrió complacido ante la ciega obediencia del león, y más aún al sentir su miedo. Estiró uno de sus brazos hacia adelante, con elegancia, en un mudo gesto antecesor a sus palabras.

- Acércate. - Le ordenó con la voz firme, esperando impacientemente.

"Me gusta que me temas, Blysta..."

Blysta se estremeció ante aquella orden y se sintió totalmente incapaz de despegar sus ojos de aquellos zapatos mientras avanzaba despacio, intentando mostrarse lo suficientemente servicial pero tratando de no mostrar su miedo. Eso era imposible, Loth hacía temer a cualquiera. Se detuvo apenas a un paso de él y se mantuvo en silencio, esperando la orden de su señor.

Loth acercó peligrosamente su mano al rostro del Dios más joven, acariciando su mejilla con sus fríos y largos dedos, rasguñando ligeramente su piel con sus afiladas y ennegrecidas uñas.

- Mírame. - Dijo demandante, clavando su casi letal mirada en la del pelirrojo.

Blysta entrecerró los ojos al sentir aquellas uñas ya que como Dios, no estaba acostumbrado a esa sensación conocida como "dolor". Sólo su amo o sus iguales eran capaces de infligírselo y los encuentros no eran muy comunes.

Alzó la mirada sin poder ocultar el miedo en sus pupilas y clavó sus ojos en los ambarinos de su amo.

Loth se rió, con maligna diversión.

- ¿Tanto me temes? - Le preguntó acercándose más a su rostro, haciéndole un ligero corte en la mejilla derecha con su uña y lamiendo las pequeñas gotitas de sangre divina que salían de la herida.

- Haces bien... - Le susurró finalmente, cerca de su oído. - Sabes perfectamente de lo que soy capaz, ¿verdad?

Blysta siseó ante el corte, con los ojos cerrados con fuerza y terminó asintiendo despacio, tras sentir la lengua de su amo lames su sangre: aquello le hizo estremecerse.

- Sí señor...- Murmuró casi sin voz.- Lo se.

El Dios de la Oscuridad se regocijó con aquella respuesta. Sabía muy bien cuál era el carácter de su sirviente, sabía que era explosivo y demandante, y por eso disfrutaba verle tan sumiso con él. Era él el que convertía en un gatito indefenso a ese fiero león de fuego...

- Buen chico. - Le felicitó con malicia, afianzando sus dedos a la barbilla del pelirrojo, mirándole fijamente a los ojos, sin darle la opción de desviar el rostro.

Blysta volvió a observar los ojos de su amo y se amedrento. Un pequeño temblor hizo presa en su labio inferior, delatándole. No le gustaba aquel silencio, le daba miedo.

- ¿Qué es lo que desea, Señor? - Preguntó no muy seguro.

Loth era consciente de lo que lo que provocarían sus palabras en su sirviente, y aquello sólo logró incentivarle más.

- A ti... - Le contestó sin dejar de mirarle a los ojos, pero apreciando todos aquellos detalles que ponían a descubierto el pánico del de ojos de fuego líquido.

Aquello hizo que su corazón latiera apresurado bajo su pecho y abrió mas los ojos, con miedo. Si bien no era la priemra vez que Loth le buscaba en ese sentido, tampoco era demasido comun y no pudo contener la pregunta que huyó de sus labios.

- ¿A mi? ¿por qué? - Dijo con un pequeño jadeo devido al nerviosismo.

Loth gruñó ligeramente y enarcó una ceja, mirándole disgustado.

- ¿Estás cuestionándome? - Le espetó con la voz fría. - Recuerda que yo soy el que hace las preguntas aquí.

El Dios de la Oscuridad alzó bruscamente el rostro del menor por la barbilla.

- ¿O qué? ¡¿Me dirás acaso que no quieres?! ¿Me rechazarás? ¿A mí? ¡¿A tú Dios?! - Loth se sentía molesto, y no se cortó en demostrárselo, elevando el tono de su voz y haciendo que el cielo se tiñese de negro...

- ¡No! - Exclamó Blysta acongojado ante la voz atronadora de su amo. Lo observó atemorizado, pero no tembló. Si hubiera estado en forma de león en ese momento, sus orejas estarían gachas y su cola entre las piernas.

- E-es todo un honor para mi...- Murmuró bajando un poco la voz, arrepentido por su grito inicial.- P-por eso me preguntaba porque yo...

El cielo tronó fuertemente y el Dios posó su mirada ahora gélida sobre su sirviente.

- Eres un pésimo mentiroso, Blysta. - Le soltó el rostro y le miró con desaprobación y desagrado. - Me has decepcionado.

Blysta respiró hondo y tragó saliva antes de atreverse a mirarle de nuevo.

- S-señor, no le miento.-Reafirmó humillado y entristecido ante aquella mirada. Su señor, su dios, para él era importante complacerle, había sido creado para eso y estaba en su naturaleza.

Loth se dejó caer en uno de los tronos que allí se encontraban y miró de reojo al león.

- Ven aquí. - Le llamó después de unos segundos, aburrido y sintiéndose insatisfecho.

El cielo se despejó tan sólo un poco...

Blysta acudió corriendo a su llamaba y se situó junto a él, a la espera. Aquellas visitas eran desesperantes, el miedo le taladraba las venas y el corazón le latía aceleradísimo.

Entralazó sus manos tras su espalda manteniendo silencio.

Loth paseó sus ojos lascivamente por el cuerpo de su sirviente, había que admitir que su pequeño león tenía un cuerpo envidiable, era poseedor de una belleza única, divina...

"Y es mío." Pensó con satisfacción.

- Compláceme. - Le ordenó con simpleza, sin especificar más que aquello.

Blysta no sabía a qué tipo de "conplacer" se refería. Con los ojos llenos de dudas lo observó a la espera pero la expresión de Loth mostraba que no iba a dar más detalles.

Lenta y torpemente se agachó hasta quedar arrodillado frente a él y tomó su mano casi con miedo, dándole un pequeño beso en esta. Lo observó nuevamente, por si este decidía volver a hablarle.

El orgulloso Dios sólo extendió sus dedos elegantemente, dejándole que los besara, mientras recargaba su rostro en su otra mano, con el antebrazo previamente apoyado sobre uno de los lados del trono.

Le miró con porte aburrida, instándole silenciosamente a hacer algo más.

Blysta no tardó en captar aquella significativa mirada, sabiendo qué debía de hacer. De todas formas no quiso ser tan directo y pasar a mayores, no estaba acostumbrado a aquello ni mucho menos. Normalmente estaba acostumbrado a llevar las riendas de la situación y a saber qué era lo que le apetecía hacer y qué no pero en aquella ocasión se sentía vulnerable, casi como un niño.

Comenzó entonces a lamer los dedos de su amo de una manera muy sugestiva, humedeciéndolos y succionándolos, sin dejar de observarle.

El moreno sonrió casi imperceptiblemente, pero sus ojos brillaron con deseo. Sentir esa ardiente lengua recorrerle le gustaba, y es que Blysta era así: ardiente, fogoso.

- Sigue... - Le dijo demandante y lujurioso. Le encantaba la inseguridad y la pena que aparecían en el pelirrojo en momentos como ese, verle tan vulnerable le complacía, y más sabiendo que era por él...