Erase una vez en un bar de mala muerte... (priv. Lyan)

La puerta del bar se cerró tras suya, y el humo del lugar enseguida lo rodeo y se metió dentro de él. Le daban asco aquellos lugares tan poco higiénicos, pero eran un buen lugar donde entretenerse cuando uno estaba aburrido del aburrimiento.

A veces tenía suerte y un borracho decía una estupidez, a otro le molestaba y otro más se metía en medio solo para pararles, pero acababan enzarzándose en una pelea de veinte minutos en la que al final todo el local estaba metido. ¡AH! Le encantaba. Los hombres le daban asco, no habían muchos que fuesen de su gusto, pero el olor de la sangre que fluía en el ambiente le volvía loco y lo excitaba. Tanto que luego era capaz de tirarse hasta al barman aunque fuese horrible.

Con pasos lentos, Caleb se acercó a la barra, sentándose al lado de un pobre insensato que parecía bastante tomado, según olía y que además tenía un fuerte y horrible olor a caído. Si ya los ángeles le olían mal, los caídos eran algo repugnante que mejor evitar. Pero viendo lo lleno que estaba el sitio le tocaba aguantarse.

Lyan estaba casi echado sobre la barra, con la mano apoyada en la cabeza y el otro brazo extendido a lo largo de ella. Sus ojos miraban entrecerrados y con gesto vago la copa medio vacía. Su expresión era un libro abierto: estaba borracho como una cuba y aburrido, aburridísimo.

Un tipo había llegado y se había sentado a su lado, pero el de cabellos azabaches ni se inmutó. Le llegó un leve olor a vampiro pero en ese momento hasta aquello le daba absilutamente igual. El cuerpo le pesaba horrores como para que le apeteciera si quiera moverse un asiento más allá.

Los ojos verdes del vampiro miraban con asco mal disimulado el brazo que ocupaba todo su sitio, impidiéndole recibir su bebida o lo que fuese. Aquello le irritaba, y más al haber identificado la raza. Olía podridamente mal. Le daban arcadas. Aunque no sólo era el olor de lo que fuese que hubiera bebido, sino tambien de su espalda. Seguramente sus alas o algo así.

-Oye, si quieres dormir tírate al suelo, pero no ocupes mi lugar -apartó de un manotazo el brazo, viendo como la cabeza chocaba contra la barra y hacia un ruido sordo.

Aquello lo disfrutó enormemente. Como le hubiera gustado que hubiese sido contra el suelo.

Aquello pilló por sorpresa a Lyan. Cuando se quiso dar cuenta, se había dado un fuerte golpe en la cabeza. Se levantó como pudo, tambalenadose peliigrosamente, mirando con furia al vampiro.

- ¿Qué coño haces? - Preguntó arrastrando las palabras, empujándole el hombro con una mano.

- ¿No ves que estaba yo primero?

Caleb lo miró burlón, sonriendo de lado.

-Oh, sí. Porque a ti te engendraron aqui, y creciste en esa posición hasta llegar a tu horrible forma de ahora. Y sólo hago sitio. Algún molesto barrendero se olvido de levarse la mierda -lo miró de reojo apenas, tomando su bebida y dándole un trago.

AH, al fin algo de diversión al fin, pensó feliz el vampiro, reprimiendo las ganas de reírse en la cara del otro. Aunque su nariz permanecía medio arrugada del asco que le daba el olor del otro. Sólo para molestarlo más. le retorció el brazo.

Lyan aulló de dolor y soltó su brazo con un fuerte tirón, furioso. ¿De que cojones iba ese tío? ¡Vampiro tenía que ser! Esa raza era de la peor calaña... y lo sabía bien. ty tambien sabía que no debía meterse en lios con ese tipo de personas pero en ese momento no lo tenía muy claro. Solo tenía clara una cosa: Quería partirle la cara para borrar aquella estúpida sonrisa de su rostro.

Y no se hizo esperar, con la mano dolorida le golpeó en la mano en la que tenía en vaso, haciendo que el contenido líquido de esta se le derramase por el rostro y el pecho.

El castaño apretó los dientes con fuerza, observando la mayoría del contenido su vaso en la camisa blanca. Mirándolo con furia, le tiró el resto de la bebida contra la cara, junto con el vaso.

-Si tanto querías beber ahí tienes, eres un borracho egoísta -sonrió de nuevo, empujándolo contra el hombre entrado en carnes que había a su lado, que se giró y miró a Lyan con verdadera molestia.

Lyan tuvo que hacer un gran esfuerzo para no perder el equilibrio, apoyándose en aquel hombre que se quitó como repelido insultándolo. pero el caído apenas podía oirlo, su enfado estaba centrado en aquel maldito y odioso vampiro. El vaso le había echo un pequeño corte en el labio que escocía.

- y tu eres un gilipollas.- Le dijo plantandole cara mientras se pasaba un dedo por el corte.

-Y tú una hedionda perdida de espacio. Si no estuvieses ahí habría sido una velada mucho más agradable -gruñó, intentando no perder la sonrisa.

Pero lo cierto es que casi lo había hecho cuando sus ojos se posaron en aquella pequeña gotita que parecía salir con intensidad de labio del otro. La mirada con una curiosidad y unas ganas poco saludables, incluso sus pupilas se habían vuelto rojas, dejando atrás la tonalidad color manzana. Intentó con todas sus ganas dejar de mirar, así que simplemente volvió a empujarle contra el mastodonte de atrás que los había estado advirtiendo con su mirada. Sólo pudo sonreír burlón cuando el hombre empujó a Lyan al suelo. AH, ¿empezada al fin la diversión? y quizás ni tendría que mancharse las manos.

Lyan se levantó como pudo pero en ese intento escuchó un grito y cuandos e fue a dar cuenta, estaba estampado nuevamente con un gordo borracho y apestoso encima, tratando de golpearle la cara.

Gritó y se sacudió, tratando de quitárselo de encima. Aquel tipo pesaba mucho pero tambien era lento y... era humano. Se escurrió como pudo golpeándole en la entrepierna y se puso en pie tambaleándose.

En ese momento hubiera deseado lanzarse a por el maldito vampiro pero el hombre empezaba a ponerse en pie y el caído sabía birn que no estaba en condiciones para pelearse. Decidió lo más cobarde y seguro: Salir corriendo del local.

El vampiro había observado todo con diversión. Incluso sus ojos habían brillado al pensar que ese hombro machacaría al caído. Pero tuvo que conformarse con ver retorcerse al hombre en el suelo. Con cara de disgusto se puso de pie y pateó la espalda y el trasero del humano, yendo hasta la salida con cara de hastio.

Le habían arruinado por completo la noche. También podía ir a otro bar, a ver si tenía suerte y habían borrachos más divertidos y menos cobardes.

Pero lo que realmente tenía ganas, ahora que pasaba por un callejón, era de encontrar a un vagabundo y hundir sus colmillos en su yugular y beber hasta hartarse. Maldito pajarraco inútil, hacía días que no tenía apetito y de repente tenía aquel latente deseo de acabar con toda la sangre del cuerpo de alguien. Quien fuese. Incluso si sabía mal.

-Maldita bolsa de basura con alas... Cuando por fin parece que voy a deshacerme del aburrimiento... -metió sus manos pálidas en sus bolsillos, sintiendo los colmillos chocar contra su labio inferior, tan deseosos como él. Incluso sus ojos permanecían rojos.

Lyan apenas estaba al final de la callejuela, apoyado contra la pared mientras tomaba bocanadas de aire despues de la carrera. Se pasó una mano por la cara y se dejó caer al suelo, con cuidado de no aplastarse las alas.

Rezumaba odio.... los vampiros, los malditos vampiros siempre eran igual. No hacían más que crear o buscar conflictos, los odiaba con toda su alma.

Caleb tuvo que agudizar el oído al escuchar una respiración al pasar por el callejón. ¿Quizás sería el tan esperado vagabundo? Ojalá fuese así, porque los colmillos le estaban apunto de despelejar la carne del labio.

Se internó en él, mirando con los ojos medio entornados hasta que la vista se aclaró y vio a aquel tipo tan desagradable y cobarde de nuevo. Curvó la boca y arrugó la nariz. Ese callejón olía como ese maldito caído, estaba en su hogar, pensó con sorna. Le apetecía partirle la cara y pegarle unas cuantas buenas patadas. Es lo que se merecía por ensuciar su ropa.

-Oh, ¿qué tenemos aquí? ¿El espanta pajaros se ha perdido?... No has llegado muy lejos, cobarde....

Al escuchar aquella desagradable voz el corazón de Lyan se puso a bombear como loco por los nervios y la rabia. Alzó la mirada, aunque la cabeza le pesaba horrores, y la posicionó en la cara del vampiro, con un mohín de desagrado que no hizo nada por ocultar. Hasta el timbre de su voz se le antojo asqueroso, a pesar de que sus facciones fueran atractivas, como todos los vampiros.

Se puso en pie apoyando su espalda y alas en la pared para ayudarse, tratando de adoptar una pose defensiva.

- Dejame en paz, no quiero problemas.- Trató de aclarar arrastrando las palabras.

Una pequeña risita desdeñosa escapó de entre los pálidos labios del vampiro. Le encantaba verlo en aquella pose defensiva, le entraban ganas de patearlo.

Cada vez que se acercaba más, debía aguantar las ganas de apartar la cabeza, ya que el desagradable olor del caído llegaba penetrante hasta sus fosas nasales. Era como si se hubiese echado una botella del mejor perfume, y todo se concentrase en sus alas o en otras partes. Eso sí, no era un bonito olor. O eso pensaba él.

-Oh, el pajarraco no quiere problemas. Qué cobarde de tu parte huír así... -volvió a reírse, parándose al lado del caído-. Pero al menos me has ahorrado tu hediondo olor. Este callejón huele tan bien como tú, seguro que es tu casa muchas noches.

Quizás había encontrado a alguien a quién incordiar un rato.

Lyan lo miró furioso, sintió que las plumas de las alas se le encrespaban por la rabia. ¿Qué derecho tenía aquel tío a llegar e insultarle así, sin más? Apretó la mandíbula y los puños al mirarle, sabiendo que lo mejor que podía hacer era huir. Pero su orgullo estaba antes que nada y no pudo contenerse.

- ¿Una sanguijuela me va a decir que huelo mal? - Le dijo con asco, dedicándole una mriada cargada de desdén.- Es tu sangre la que huele a basura, esta podrida.

Caleb se regodeó al ver esa mirada.

Tenía tantas ganas de pegarle un puñetazo o una patada... A ver si así seguía viéndose igual desde el suelo, con esa expresión de furia creciendo o esos ojos refulgando más. Era divertido reducirlos hasta nada. Tenía ganas de subirse en su regazo y de poner sus manos en el cuello moreno. Entonces apretaría sus dedos cada vez más fuerte... Y, ah, sería genial.

-Aquí la única sangre podrida que huelo es la tuya. Eres tú quién se ha herido antes -se rió, pateándole al final el culo.

- Me pregunto quien tuvo la culpa de que me hiriera.- Dijo justo en el momento antes de que el otro le patease. Aquello lo enervó y sus plumas se encresparon más. El rojo de sus mejillas se hizo más latente en su rostro.

Lyan apretó la mandíbula, sintiéndose humillado, y no aguantó más, estrellando su puño en la barriga del vampiro. Él sólo quería una noche tranquila, no había empezado nada.

Éste se encogió sobre sí mismo apenas unos segundos, sintiendo el latente dolor donde le había pegado el pie. Podía jurar que el estómago se le habría hasta removido dentro, e incluso había hecho que perdiese el aire durante unos segundos.

Se lanzó contra el otro y le devolvió el golpe, empujándolo también por el hombro para hacerlo chocar contra la pared.

Varias plumas negras volaron y Lyan gimió ante el golpe pero no se amedrentó. Al contrario, aquello sólo lo encendió más. Con un grito volvió a pegarle, esta vez tratando de darle en la cara, mientras se revolvía con violencia para salir de entre el vampiro y la pared. Por dentro estaba muy nervioso, aquella escena le hacía tener una molesta sensación de deja vú... y la última vez no había salido nada bien parado.

- ¡¡Dejame en paz!! - Le gritó forcejeando, mareado por el alcohol que recorría sus venas.

Al ver las plumas flotando en el aire, tomó una y la aplastó en su mano, cerrándola hasta volver a abrirla y dejar que cayese rota y medio desplumada. Su sonrisa apenas había disminuido al sentir el golpe en su mejilla, y le devolvió el golpe atacando de nuevo a su estómago, sin dejar de verlo a los ojos.

-No quiero, es divertido verte así -Caleb luchó contra las manos del otro, agarrándolas y retorciéndolas un poco.

El moreno se qudó sin respiración ante el golpe y se dobló, justo en el momento en que el vampiro le tomaba las manos y se las retorcía. Gimió y tosió, tratando de tomar bocanadas de aire hasta medio recuperarse. Entonces forcejeó para soltarse.

- Suéltame.- Le dijo en serio, mirándolo con furisa, resistiéndose.

Una suave risa escapó de entre los labios del vampiro, ignorando las palabras del otro y continuando. Aquella expresión hacía que valiese la pena estar tan cerca y soportar aquel olor.

-No quiero. Quiero partirte algunos dedos -siguió retorciendo la mano, pero en el último momento pensó que sería más divertido patearle tras la rodilla para hacer que cayese de rodillas al suelo.

Aquello alertó aún más a Lyan y le hizo forcejear con mucha más fuerza aún, más desesperación. No tenía ganas de acabar con ningún hueso roto, desde luego.

- ¡No te he hecho nada! - Exclamó ahora borrando de su rostro cualquier rastro de orgullo o desafío: sólo quería escapar.

- ¡¡Dejame!!

-No -soltó una risita silvante, empujándolo contra la pared de nuevo y estrellando su puño contra la cara del otro.

Caleb acercó su cara hasta tenerla casi pegada a la del otro, sólo para reírse contra su oído. Le gustaba sacar de quicio a la gente, y aquel parecía ser uno de los fáciles. Eran muy entretenidos hasta que huían como ratas. Y hablando de eso, debía haber alguna por ahí, porque no dejaba de oír aquellos chillidos tan insoportables que hacían.

AH, le daban ganas de dejar al pajarraco ahí e ir a asfixiarla hasta que se callase de una vez.