Erase una vez en un bar de mala muerte... (priv. Lyan)

Lyan gimió y sintió que el labio le escocía aún más despues del puñetazo. Esta vez su labio se había partido por completo, comenzando a sangrar y a escocer. Hadeó y se removió una vez más, haciendo fuerza con sus alas para despegarse de la pared y tratar de empujar al vampiro desconocido. No le gustaba sentir aquel frío aliento tan cerca de él.

- ¡Joder, he dicho que me dejes en paz, no te he hecho nada!.- Alzó una rodilla dispuesto a hincársela en la entrepierna.

-¡Ah! -por andar distrayéndose en matar a ratas, la pierna del otro le había dado en la cadera. Casi en su entrepierna. Sus ojos se movieron como atraídos hacia la sangre, cambiando a ese mismo color. Su olfato también le había avisado.

Caleb empujó al caído contra la pared de nuevo, algo más rabioso desde que había llevado hasta su nariz aquel olor tan particular.

-¿Quieres jugar duro? -preguntó con voz jadeante, y los ojos brillando de diversión, repitiendo el movimiento del otro.

Lyan se movió justo en el úñtimo momento y el golpe le dió un poquito a la derecha, pero acertó en su objetivo, haciéndole gemir y doblarse.

En un gesto reflejo se llevo una mano al bajo vientre, apretando los dientes ante el dolor que aquel tipo de golpes producía. Se quedó unos segundos así, tomando aire.

- No, no quiero jugar.- Respondió siseando por la rabia.

-Mmmm, pero resulta que yo sí -dijo, como si aquello fuese todo lo que necesitaba para seguir.

Su sonrisa se torció y la risa salió casi musicalmente. ¿Para qué ir junto a la rata esa del callejón, cuándo tenía una enfrente suya que olía igual o peor? Echó su cuerpo hacia delante, apoyando su rodilla contra aquella zona tan sensible ahora en el otro, apretando con ganas mientras sus manos hacían lo mismo en el cuello.

Casi para expresar lo feliz que se sentía empezó a tararear una canción sobre una mujer que había abortado y cuyo feto volvía para matar a la madre con el cordón umbilical, todo ello sin dejar de mirarlo a los ojos. Los suyos propios debían de estar cada vez más rojos, porque no dejaban de observar la sangre cayendo por el mentón del caído.

Lyan gimió jadeante, aquella rodilla le estaba haciendo mucho daño y las manos en su cuello empezaban a cortarle la respiración. No sabía que hacer, peleba primero tratando de apartar la rodilla empujándole. Despues lo intento con las manos que apretaban su cuello, impidiéndole en un principio tragar, despues respirar bien.

Aquella canción, además, le ponía los pelos de punta, la letra era horrible y la melodía, con aquella voz, inquietante. Lo miró a los ojos con miedo y estos le asustaron más aún: eran color borgoña, el color de los asesinos, de la sangre. Aquello le recordó que estaba ante un vampiro y que su labio partido seguía sangrando, haciendo que el líquio vital, espeso y cálido, resbalase por su barbilla llegando hasta el cuello.

- Suel..tame.- Jadeó tomando bocanadas de aire, tratando de clavar sus uñas en las manos ajenas.

De la boca del vampiro sólo salió un gemidito al sentir las uñas en su mano. Aquello no hizo que la canción parase, en realidad seguía y seguía, repitiendo el estribillo sobre sangre en paredes y vientres malditos.

Se inclinó aún más hacia el rostro del caído, observando las sombras que provocaba el lugar mal iluminado en él. Aún así la sangre podía apreciarla a la perfección. Pasó su nariz por el mentón notando como ésta manchaba la punta de su nariz y caía lentamente.

Riendo, miró desde allí los ojos negros del otro.

-¿Y si no quiero? ¿Qué vas a hacer?

Lyan se tensó al sentir la nariz fría del otro rozando su piel, y entrecerró los ojos por reflejo. La pregunta le había hecho pensar, tratar de buscar una salida a esa situación y le dolía reconocer que en ese momento, el vampiro tenía todas las riendas. No había nada que pudiera hacer, excepto seguir intentando zafarse de él y aquello... no parecía estar dando demasiados resultados.

. Por favor.- Pidió esta vez dejando atras hasta el último resquicio de rebeldía, quedándose quieto y asustado.

Caleb lo miró con algo de disgusto al ver que se rendía tan rápido. Hasta la rata del callejón habría luchado con más labia para escapar de sus manos. Le habría mordido, hincado sus asquerosos dientes, clavado las uñas de manos y pies hasta el último suspiro.

Pero aquel juguete le había durado poco. Quizás podría beber algo de su sangre y botarlo. No estaba seguro de como sabría, pero por el repugnante olor que le llegaba del otro cuando llegase a casa tendría que lavarse los dientes con salfuman o aguarras.

La gota en su blanca nariz descendió lentamente hasta llegar al inicio de sus labios. Clavando su mirada en la del otro, pasó su lengua lentamente por ellos, intentando no jadear cuando lo hizo. No, aquello no podía ser...

Lyan observó aquel gesto con repulsión, le recordaba demasiado a Valariel... aquella había sido una de las peores noches de su vida, cuando aquel maldito híbrido entre vampiro y angel caído lo había sacado del bar a rastras y lo había mordido, entre otros detalles que no quiso ni recordar.

Se puso aún más nervioso y se removió, ante el cambio en la expresión del otro. Gritó y volvió a clavarle las uñas, ahora histérico. No quería volver a pasar por eso, la mordedura de un vampiro era una de las peores cosas que se le podían ocurrir.

- ¡Sueltame! - Gritó de nuevo pataleando, retorciéndose y batiendo sus alas como un pájaro atrapado.

La lengua rosada volvió a repasar los labios pálidos, desgustado de nuevo aquel sabor sin llegar a creerlo Su ceño estaba fruncido, y sus ojos levemente más abiertos de lo normal mientras miraba con enojo la sangre en la cara del otro, como echándole la culpa de que supiese mejor de lo que olía su amo.

Apenas, en todo el tiempo que llevaba convertido, había probado algo que supiese ni rotamente igual que aquella sangre. Ese líquido escarlata que rodaba ahora por el cuello del caído. No fue consciente de las uñas arañándole, o de las heridas que estas le ocasionaban, sólo miraba fijamente aquel hilillo que se perdía hasta llegar a la camisa.

Su rodilla se apretó más contra el sexo del otro, mientras se inclinaba y lamía la sangre del cuello con verdadera pasión. Lamía y lamía la misma zona una y otra vez, casi atragantándose con su propia saliva. Sus colmillos arañaban la carne si querer, y se hundieron levemente en el mentón cuando subió.

Lyan jadeó cuando la rodilla le apretó más y sus manos resbalaron, arañándole ahroa el ante brazo. La lengua de Caleb recorriendo su cuello le hizo estremecerse de puro pánico, sabiendo bien qué iba a llegar a continuación.

- ¡No! - Exclamó mientras sentía los colmillos magullarle el cuello levemente.

Entonces fue cuando sintió los dientes afilados y agudos penetrar en su piel, apenas un poco. Jadeó. Se quedó quieto en un principio, por miedo de que al moverse él mismo se clavase más aquella boca. Pero el pánico le impidió mantenerse así mucho tiempo y pronto trató de alejar su cuello del vampiro, tirando con fuerza.

Caleb no tenía oídos para escucharle, ni siquiera su vista parecía la de siempre, simplemente quería recoger todo aquel delicioso líquido. Daba igual que sus dientes se hubiesen clavado en el cuello, en el mentón, simplemente la quería toda para él. Era egoísta, sí, pero cuando se trataban de algo así ¿quién podía resistirse?

Había oído de vampiros que siempre iban de ''surtidor'' en ''surtidor'', sin importarle el sabor de la sangre o la calidad, como él; otros que encontraban o se reunían de gente que les proporcionaban la mejor de las sangres, como una especie de harem o una pareja. Pero él siempre había pensado que aquello era una verdadera estupidez. Todas las que había probado sabían igual de mal que la anterior, aunque no por eso había podido detenerse ante el hambre que siempre llegaba con una fiereza incontrolable.

Dejó leves marcas rojas de arañazor hasta llegar a los labios, lamiendo el corte con devoción. Tanta que se daba asco.

Lyan ya no hacía nada por ocultar su miedo, estaba temblando, cerrando los ojos con fuerza y apretando la mandíbula mientras el otro le mordía. Al sentir la lengua en sus labios apretó estos más aún, clavando sus uñas en la piel con más énfasis.

Sus alas dejaron de moverse al fin y sus manos aflojaron un poco, deseando que aquel momento terminase rápido. la lengua del otro estaba fría, como todo u cuerpo, eso era algo que odiaba en los vampiros. Y la maldita rodilla seguía allí encrustada, impidiéndole el movimiento.

- Para...- Gimió echando la cabeza para atrás.

Seguía sin oírle. Estaba en un mundo sin sonidos ni olores. El único que llegaba fuerte y penetrante era el de la sangre, aquello era todo lo que ocupaba su mundo en ese momento. Su pequeña burbuja carmesí.

Las manos en el cuello moreno se habían aflojado, solamente se dedicaba a lamer con ansias cada vez que una gota salía de aquella herida. Él la recogía solemnemente, dándole la bienvenida a su cuerpo mientras la paladeaba en su boca. Raspó con sus colmillos el mentón y los labios, haciendo que de la herida manase un poco más de sangre,

Un jadeó escapó de entre sus labios. Sentía su estómago bullir, y leve escozor en sus manos, pero nada que no pudiese aguantar.

-¿Por qué? ¿Dime por qué...? -¿Dime por qué tu sangre sabe tan bien cuando viene de un caído que apesta a desechos como tú? ¿Por qué me sabe tan bien? ¿Por qué no puedo dejar de beber?..., quería formular todas aquellas preguntas, pero sentía su garganta cerrarse, sin dejarle respirar, como riñéndole por la falta de aquel manjar.

Lyan lo miró confuso, temblando, aún con las labios apretados. Estaba aterrado y aquella pregunta lo sacó de su miedo y lo confundió. Frunció el ceño y entrabrió los labios, tratando de recuperar su voz, pero tampoco tenía nada que contestarle a aquella pregunta.

- ¿¡Por que qué!? - Preguntó histérico, furioso.- ¿¡Por qué me atacas sin motivo!? ¡A mi tambien me gustaría saberlo!

Caleb le devolvió la mirada confusa, aún sintiendo su gargante cerrada pero mirándolo por fin. Como percatándose de nuevo de que estaba en un callejón de Lothan mordiendo a un caído. Hacía un momento se sentía flotar, con el estómago ligero y débil, y la boca demandante.

Estaba quieto, más apoyado en el otro que apretándolo ya. Sus manos resbalaron hasta el inicio del cuello, descansando ahí y dejando arriba unas marcas levemente visibles.

-Estaba enfadado.... molesto.... -empezó, pero se sentía como ido aún. La cabeza estaba embotada, y apenas sentía realmente donde estaba. ¿Qué mierdas tenía esa sangre? ¿Qué cojones estaba haciéndole? Le daba miedo sentirse así de vulnerable ante un completo desconocido, así que frunció el ceño como para protegerse-. Me has molestado, en el bar. Te merecías unas buenas patadas y puñetazos.

Lyan podía haber escapado en aquel momento si no fuera por que el alcohol y la sorpresa le habían ralentizado la mente, dejándolo atontado. Aún trataba de entender aquel repentino cambio en su agresor.

Agradeció que la rodilla dejase de hacer presión en ese lugar y observó al vampiro, escuchándolo en silencio. Ya ni si quiera parecía tan agresivo.

- Tampoco era para tanto, sólo estaba tirando en mi sitio.- Se defendió.

Caleb lo miró con furia, mirándolo como si fuera un simple humano que no entiende nada. Pero era normal. Lo que sucedía corría rápidamente por su cabeza, de un pensamiento a otro.

-No lo entiendes... Sólo quería pasar una noche como todas las de siempre y volver a mi casa.... Pero tu empezaste -lo culpó, desviando la mirada al labio partido sin poder evitarlo. Ya no parecía sangrar, pero él podía seguir sintiendo el olor. Su garganta se cerró más. Le daban ganas de llevarse sus propias manos al cuello.

Lyan se percató de aquella mriada e inconscientemente atrapó su propio labio para ocultar la herida. La boca le sabía a metal, odiaba aquel sabor.

- Yo tampoco quería problemas, ya te lo he dicho.- Murmuró casi en un susurro, retirando sus manos de los brazos ajenos al fin. Los observó, sangraban. Le había clavado las uñas varias veces.

- Tambien quería pasar una noche tranquila y volver a casa.

Casi jadeó al ver lo que hacía con su labio. Ahora toda su boca sabría incluso mejor de lo que podría haber sabido antes, o eso pensaba él. Cuando el otro retiró las manos de sus brazos, soltó un leve gruñido, mirando las heridas sangrantes. En algún momento habían dicho sobre su sangre lo mismo que pensaba sobre la del otro; pero estaba seguro de que ahora su sangre debía saber fatal, a una mezcla de sangres además de la suya. Seguro que estaría corrompida.

Si es que no lo estaba ya.

-Pues cuando me has tirado la bebida encima no lo parecía... -tragó con dificultad, apenas creyendo poder aguantar sin lanzarse a aquellos labios. Maldita sangre, maldito su sabor y maldito su delicioso olor.

Lyan estudiaba el rostro del vampiro, todas sus expresiones mientras hablaba. ¿Por qué de pronto había cambiado y ya no se reía? No era capaz de entenderlo, pero aquellos ojos seguían dando miedo, eso lo tenía claro. A pesar de ello y de que la sangre manchaba sus labios de una forma macabra, los rasgos del vampiro le parecían hermosos.

"Es un depredador" Se dijo en un pensamiento. "Es normal que me parezca atractivo... es un arma para atraer a sus presas, por eso todos los vampiros son hermosos"

Trató de centrarse en la conversación, alejando aquel pensamiento: Él no era una presa, o al menos NO tenía intención de serlo.

- Eso fué despues de que hicieras que me golpease contra la mesa, ¿Recuerdas?

Sus ojos aún permanecían fijos en los labios del otro, apenas alternando una mirada rápida a los ojos negros. Mientras lo escuchaba, se lamió los labios esperando encontrar ahí un resquicio de la maravilla que había probado, pero apenas sabíanm ya, y con lo punzantes que estaban ya sus dientes, lo único que podía apreciar era el sabor metálico de su propia sangre. Ésta le asqueaba, pero aún así volvió a lamérselos.

Su rodilla al fin bajó, quedando a la par que la otra pierna, pero sus manos continuaban ''descansando'' en el cuello.

-Estabas ocupando mi sitio -tuvo que gruñir para parecer imponente, porque por momentos las fuerzas de le iban.

Lyan aproevchó aquello para al fin mover sus piernas, sintiendose dolorido en aquel lugar por la presión ejercida durante tanto tiempo. Jadeó suavemente cerrando los ojos por el alivio.

Escuchó el gruñido pero aquello no le resulto tan terrible pues el cuerpo del vampiro no reflejaba su amenaza.

- Podías habermelo pedido bien.- Murmuró pensando en que gracias a la adrenalina provocada por el momento, la borrachera había disminuído considerablemente, ahora estaba mucho más lúcido.- Estaba fatal... ni me enteré que molestaba.- Reconoció volviendo a atraparse el labio inferior con el superior, incómodo por aquellas miradas tan intensas.

Caleb se preguntaba si ese caído era consciente de lo que estaba haciendo con su lengua, con su labio, lo que ahora mismo estaria paladeando en su boca. Hundió más los colmillos en sus propios labios para evitar dejar salir un gemido. Aquello era malo, sentía sus manos temblar levemente, y como algo dentro de sí lo impulsaba a lanzarse sí o sí contra el moreno.

-No pude... porque.... tu olor... -estaba respirando costosamente, notando la sangre en sus labios colarse en su boca. Necesitaba probar de nuevo la sangre del otro, lo necesitaba de verdad. Su cuerpo lo reclamaba, la garganta parecía retorcerse impidiéndole respirar bien y sus manos no hacían más que temblar cada vez más- ... tu olor....

Al final tuvo que hacerlo, sí, se acercó y empezó a lamerle el labio partido, casi con desesperación. Se sentía demasiado débil ante ella, y sólo quería beberla y beberla, aunque fuese de los labios del otro.

Lyan lo había estado escuchando con el ceño fruncido, escrutándole con la mirada. Nunca había visto comportarse a un vampiro de semejante manera y mucho menos lo había visto temblar. Aquello lo pilló totalmente desprevenido.

Iba a preguntar qué problema había con su olor cuando de pronto el otro se le pegó y comenzó a lamerle los labios de aquella manera tan apurada, urgida.

Se quedó quieto, paralizado, entre sorprendido y atemorizado por que el otro volviera a morderle. Ahora caía en el porqué de su voz y de sus temblores. Debía de llevar días sin alimentarse para comportarse de aquella manera, o al menos eso fue lo que concluyó el caído.

- ¿Hace cuanto que no te alimentas? - Murmuró en voz baja, en un susurro, dejando que el otro le lamiera los labios sin poder ocultar su nerviosismo y su respiración agitada. A pesar del miedo y de la furia que había sentido, no podía evitar preocuparse por el chico... quizá sólo estuviera hambriento y por eso había armado tanto escándalo. Lyan sabía bien lo que era pasar hambre... y por eso le dejó continuar, no le detuvo.